martes, 9 de febrero de 2021

No hacer daño y ser libre

Hablo ayer con una amiga a la que no veo. Bueno, ya no "veo" a nadie, salvo a mi marido y a los que trabajan en Mercadona o en el mercado, ese es mi contacto "físico" con el mundo. 

Hablamos de libros y escritores. Le confieso mi reticencia a leer a algún autor al que le he puesto la proa. Y se la he puesto porque no soporto a quien identifico, posiblemente de modo injusto -lo que tan nerviosa me pone en alguien casi es seguro que lo tengo, por eso me da tanta rabia-, como cobarde o miserable. Es mucho mejor no saber nada. Se lee mejor. 

Caigo en la cuenta de que puedo ser también una cobarde. Primero en algo bonito y hasta agradable: antes de hacer daño a alguien -si me doy cuenta antes- me freno. Cuando la experiencia me demuestra que no acierto a decir lo que pienso sin que la otra persona se pueda doler, callo. 

Hablo con mi amiga de la crueldad. Nos espanta. Nos reímos. Somos bastante mejorables. Como las fincas esas: manifiestamente mejorables. 

Por afecto (y mi falta de habilidad, está claro) a veces no soy libre. Si sólo fuera por eso, estaría bien y sería hasta presentable. Quedarse en silencio por no hacer daño es hasta bonico (en no teniendo la obligación "moral" de tener que decir algo, que no es el caso). 

Pero desgraciadamente hay más y no es tan agradable. Empiezo (qué optimismo el mío en ese "empiezo") a ser sierva y no sólo del no hacer daño. 

No tengo nada que decir, realmente no tengo nada. 

No voy a añadir una coma a nada ni a nadie. Además porque no hay una coma que ponga ya bien en lo que escribo. Necesito un curso elemental de comas a mis 59 años. Se ha ofrecido un colega a enseñarme y voy a hacerle caso. Yo con mis comas, concentrada. 

Cuando me he sorprendido sin libertad, por algunas "buenas" razones -no hacer daño, no herir susceptibilidades-, o en algún caso por no hacer el feo a alguien, por algo que se me cuela ahí y que me espanta, he pensado que mejor un castillo interior y a mis comas, que falta me hace. 

Off. 

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