Es un sustantivo olvidado y tiene diversas acepciones, todas
interesantes. No es la pintura al temple en este caso, sino ese punto de dureza
o elasticidad, la disposición apacible y la fortaleza enérgica y valentía para
afrontar los riesgos y dificultades. También es temple el medio término o
partido que se toma entre dos cosas diferentes.
Hay un
temple de madre que aguanta protestas y ese temido “no me quieres” sin ceder a chantajes. Hay un temple de padre
que hace otro tanto.
Hay un temple de médico, de profesor y hasta de jefe de redacción (aunque hoy estén desapareciendo a marchas forzadas) que demandan un fino equilibrio a tres patas entre fortaleza, calma y cintura. No es solo conocimiento, son habilidades naturales o entrenadas.
Hay un temple de médico, de profesor y hasta de jefe de redacción (aunque hoy estén desapareciendo a marchas forzadas) que demandan un fino equilibrio a tres patas entre fortaleza, calma y cintura. No es solo conocimiento, son habilidades naturales o entrenadas.
Y hay un temple propio del político que cree en lo que hace
y confía en poder hacerlo bien. Y tiene ganas. Estoy hablando de buenos políticos, no de sinvergüenzas, trepas y vividores, a esos los dejo de lado.
Escribí hace tiempo sobre la sana y necesaria ambición política y no se
entendió nada. Desconfío instintivamente de supuestos corderos a quienes se les llena la boca de buenas
palabras, pero luego en la práctica no saben manejarse y pueden llegar a ser mucho más manipulables e incluso peligrosos. Ingenuidades, las menos. Y en política debieran desaparecer del mapa.
Hacen falta no sólo ideas, principios y convicciones, sino
también la habilidad de poder llevar todo eso a cabo y la capacidad de liderar
y unir con la (santa) paciencia y
constancia de soportar no sólo reveses y dificultades, sino, sobre todo, de trabajar con algunos enredadores
profesionales y otra fauna variada: el que no tiene otro lugar donde caerse muerto, el que sí lo tiene pero le mola el mando en plaza, el aventado, el hombre o la mujer de una sóla idea, el fanático, el que busca un hueco, el generoso -muchos-, el entregado -muchos-, el que va a decir que sí siempre a todo, sea bueno o malo, el que busca un lugar donde le hagan caso, el loco, el que se ha quedado sin trabajo y mira a ver si aquí, el que no tiene nada que perder, el que sí tiene algo que perder pero también le mola el mando, la que está preocupada por su país y da un paso adelante, el que dice no quiero nada... pero claro que quiere, el que se ha pasado cinco años tragando quina, por pueblos, dando la cara, más sólo que la una, con una entrega a prueba de bomba -todo eso y esos entreverados y mezclados, nada es totalmente negro o blanco.
"La política es una forma importante de caridad" dijo Benedicto XVI. UF, a mí me parece que hace falta o no querer nada a tus semejantes o quererles sin tasa.
"La política es una forma importante de caridad" dijo Benedicto XVI. UF, a mí me parece que hace falta o no querer nada a tus semejantes o quererles sin tasa.
Temple político implica también tener esas auténticas ganas, esa "sana" ambición sin la cual no hay político que resista, ser consciente de los peajes personales y vitales que se pagan y estar dispuesto a pagarlos. Puedes estar en cierta medida en "lo grande", pero me parece que puedes acabar perdiéndote un mundo pequeño y doméstico que para
algunas personas es muy importante.
Hay un temple propio siempre en cada caso y cada cual debe
averiguar si ese temple Dios se lo ha dado, lo puede adquirir o, realmente, le
es algo totalmente extraño o inalcanzable.
Y si no se tiene temple político "ese punto de dureza o elasticidad" (ver primera línea de este texto completo, todo, hasta la disposición apacible), no pasa nada, se sirve
para otra cosa y santas pascuas.
Coda: Y, si se puede, se reconoce el mérito, porque no es nada fácil. Ni hooligans -ya está bien- ni tanto jubileta precoz mirando cómo ponen la palada, comentando la jugada, ahí no, ahí, etc.
¡Que buena entrada!
ResponderEliminarEstoy contigo en que un político tiene que tener ambición, esa sana ambición de llegar a la meta propuesta, pero es que hoy en día el lenguaje se ha convertido en algo tan simple y tan manipulable, que ya el común de las personas no sabe lo que significan las palabras si no las ven escritas en un cartelito en el Facebbok.
Besazo
Gracias por tu visita, Dolega, nos leemos mutuamente.
ResponderEliminarTambién se utiliza el término en la tauromaquia. Una faena con temple: la justa cadencia, la pertinente solemnidad, la lentitud debida y adecuada a la embestida de la res. Sin actitudes descompuestas ni arrebatadas.
ResponderEliminarNo es mala filosofía de vida la de aplicar esta idea del temple a lo que nos pasa.
Mis saludos,
Ángel Aponte
D. Retablo, ya sé su nombre, Ángel. A mí los términos de tauromaquia me encantan.
ResponderEliminarJosé Luis L. Aranguren, gran maestro, elevó el término "temple" a categoría ética.
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