miércoles, 29 de marzo de 2017

Los huesos húmedos

Patagonia mirando por la ventana 
Desde hace unos tres años alquilamos una casa en Carnota de septiembre a junio. Soy una enamorada del lugar y, nada más casarnos, vine con Gonzalo para que lo conociera. Ese mismo verano volvimos con los chicos, a ver qué les parecía, y a ellos también les gustó, afortunadamente.

Como Gonzalo y yo trabajamos por nuestra cuenta, empezamos a barajar cómo podríamos hacer para disfrutar de alguna manera de Carnota más allá de esas visitas cortas. Trabajar desde casa tiene algunas ventajas.

Lo de comprar no nos parecía sensato por diversas razones. Para empezar, no sabíamos cómo se estaba aquí en unos meses donde puede hacer un tiempo de perros. Así que decidimos probar alquilando. Buscamos sin éxito unos meses, porque aquí la mayoría de las casas no están preparadas para alquilar el invierno. Cuando ya íbamos a darnos por vencidos, gracias a una amiga, llamamos a una "Casa da Pedra" que se había anunciado en alguna parte. Fuimos a verla y llegamos a un acuerdo.

Alquilamos la casa a un precio razonable en la temporada en la que nadie la quiere, así el propietario la tiene para rentabilizarla durante los meses de demanda en los que, por otro lado -si soy sincera- en Carnota hay demasiada gente para lo que a mi me gusta, que es de poca a muy poca. Y eso que la playa tiene 6 kilómetros, pero da igual, hay un trasiego que me supera.

El dueño sabe que tener la casa habitada es un modo de mantenerla, y no solo por el dinero, y nos guarda nuestras cosas los veranos hasta que volvemos en septiembre. Nosotros la aireamos cuando venimos, la calentamos (es un decir), hemos instalado teléfono y wifi (tuvieron que poner un poste y todo cruzando la carretera) y hasta hemos comprado un sofa-cama para que esté más cómodo mi cuarto de trabajo. Pablo, el dueño, nos deduce del alquiler esas mejoras, nosotros le pedimos algún favorcito que otro. En resumen: nosotros estamos contentos y creo que él  que muy contento.


La playa de Carnota
La realidad es que la casa no tiene lo que en el siglo XXI (y finales del XX) en España se entiende por calefacción. Hay una estufa de hierro, que es uno de los grandes inventos del hombre, y que tira estupendamente, y unos pequeños radiadores eléctricos en algunas habitaciones, a todas luces insuficientes para sus dimensiones. El deshumidificador, elemento básico en una casa gallega, hace lo que puede.

Calentar la casa nos suele costar un día entero, 24 horas justas desde que llegamos, cuando hay unos 14 o 12 grados dentro, habitualmente la misma temperatura que fuera en invierno, hasta que la ponemos a 20. Es el sistema "más madera, es el la guerra". Es decir, a base de estufa de hierro y venga a poner leña, desde que te levantas hasta que te acuestas. Sin parar, todo el día la chimenea consumiendo. Los radiadores los encendemos, pero hacen muy poco, salvo en mi despacho, una suerte, que por las dimensiones sí se calienta.

En todo caso, esto me ha hecho pensar en la sostenibilidad de los sistemas de combustión de leña y agradecer a quien inventó la calefacción central por otros métodos que no sea la leña, un gran beneficio para los huesos de la humanidad y para los bosques. Poético, romántico, lo que quieras, pero ni práctico ni sostenible es lo de la leña.

La última vez que fuimos, después de varias semanas, una ausencia demasiado larga, la humedad era tal que pensé que nos volvíamos al día siguiente. Pasé la primera noche toledana, con la sensación de huesos húmedos y pidiendo a Gonzalo, que es un sistema de calefacción alternativo y natural, aunque también hay que alimentarle con cierta frecuencia, que me abrazara porque me iba a morir esa misma noche.

Boca do Río
Nos gusta Carnota. Nos encanta Carnota. No hay como un día de sol en Carnota o un día que, simplemente, no haga  demasiado viento (el Nordés) o no llueva tampoco demasiado. Con que no sople el viento más de tres días seguidos y no llueva de lado, Carnota es un paraíso.

Somos como dos scouts haciendo supervivencia. Y con perra y dos gatas que viajan con nosotros. Anita es inasequible al desaliento,  le da igual la humedad si está con su dueña. Aria se pasa todo el día dentro de nuestra cama, no la vemos. Y Patagonia, que nos encontramos precisamente en el bar Patagonia de San Mamede,  o sea, que es una gata gallega, se encuentra en su salsa. Le da por no parar quieta. Bueno, claro, es el modo de sobrevivir que tiene la pobre.

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