Por espacio y por dinero -no tengo estantes suficientes ni tampoco puedo gastar demasiado- utilizo mucho los servicios de la biblioteca pública de Ávila, la del Epíscopo. Es una buena biblioteca atendida por bibliotecarias sonrientes y amables, diría que algo excepcionales, y no por el trabajo que hacen (rara vez me he encontrado con una bibliotecaria que no fuera simpática), sino por la ciudad donde se encuentran.
La muralla dice de Ávila para lo bueno y para lo malo. Toda mi vida pensando lo antipáticos que éramos en Valladolid, lo secos, para darme de bruces con el carácter abulense. Dices buenos días y no te contestan, sonríes y no te devuelven la sonrisa, en el comercio parece que molestas, te ignoran sistemáticamente. Quizás puede ser algo de timidez encubierta, un modo de respeto o de estar a lo suyo, una forma de defensa. Aquí es difícil pegar la hebra o sentirte parte de la vida de la ciudad si eres, como ellos dicen, de fuera. Hay sus excepciones, claro, pero en líneas generales mi experiencia es esta.
Además de sacar libros en la biblioteca observo y leo. Se está estupendamente, hace calorcito en invierno y fresco en verano, y un trasiego tranquilo de gente que va y viene, pero sobre todo de gente que se queda.
A mí me gusta leer en la biblioteca y dejar luego el libro para ver si cuando vuelvo nadie lo ha cogido y puedo seguir leyéndolo. Lo llamo lecturas furtivas, son de una hora o menos, y tienen algo de aprovechar el tiempo y el riesgo de no poder seguir leyendo otro día porque el libro desapareció por un préstamo.
No sé por qué lo hago, realmente sería más cómodo sacar el libro, pero he comprobado que esas lecturas suelen ser más constantes y fieles que el libro que saco y dejo en la mesilla durante días sin leerlo.
Ver un libro en casa, aunque sea prestado, me da la falsa seguridad de que podré leerlo. Pero ahí se queda el pobre a veces tiritando sin que pueda abrirlo o acabarlo, abandonado en una pila que no hace sino aumentar con otros libros que no leo. Cuando quiero darme cuenta se me ha pasado el plazo para devolverlo.
Leer además en nuestra casa resulta difícil a veces, siempre creo que tengo algo hacer que parece más importante o urgente, hay ruido, interrupciones, la perra, las gatas, Gonzalo, el trabajo, la cocina, etc. (no en este orden, por supuesto).
Así que ya sé que si quiero leer algo realmente son esas lecturas furtivas mías en la biblioteca el modo más seguro de hacerlo. Así he leído varios de Jiménez Lozano y he conocido a Katherine Mansfield, a base de visitas a la biblioteca. No pueden ser muy largos los libros ni tampoco ser una novedad, aumentaría el riesgo de no tenerlos cuando vuelva, así que escojo cuidadosamente y, hasta el momento, he podido acabar siempre mi lectura furtiva del mes.
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