-Mandy, ¿por qué no pones una boutique? Tienes estilo, eres elegante y
fina, sabes cómo vestir y te encanta la ropa… Yo te
ayudo cuando quieras, soy tu socio, lo harías estupendamente.. Y, ¿sabes?, podrías
ganar mucho dinero…
Di vueltas a la idea de Pablo. Pero no soy tonta, y sé muy bien que la
competencia en ese sector es muy fuerte. Tampoco me interesa algo con lo que vaya
a vivir peor que ahora. Una cosa es querer retirarse a tiempo, y otra, muy
distinta, hacerlo de cualquier manera y sin cabeza.
En el caso de la moda yo veo que hay demasiada oferta en ropa de la barata,
mucho Mango, HM, Zara y los chinos esos que no hacen más que abrir tiendas, y,
encima, los outlets esos de los que ponen
a las salidas de cualquier ciudad que se precie. No tiene ningún sentido montar
una franquicia o un negocio propio en ese segmento. Tienes que aguantar carros
y carretas: niñatas que te desordenan la ropa continuamente, personal donde hay
mucha rotación, chiquitas que entran y salen, poco formales, nada serias. En
definitiva, que tienes que estar muy encima para ganar algo y a mí así no me compensa.
Otra posibilidad era ir por arriba, a ese mercado de mucho margen y
ropa muy cara, de marca, de lo mejor siempre. Ahí sí que se puede hacer más dinero
y tienes otras posibilidades. Se saca adelante con menos empleadas, suele ser
personal mejor preparado y más leal, van a comisión habitualmente. Pero hice
cuentas de lo que hay en esta ciudad, y también vi lo que son esas tiendas de
moda donde van las mujeres que se dejan en una tarde el sueldo que otros ganan en
un mes, o en dos, o incluso en tres. Al final
yo sé que en esos establecimientos de ropa tan buena llegas a aguantar tela
marinera aunque no lo parezca. Un par de amigas lo han intentado en otras
ciudades y me cuentan lo que no está escrito: señoras o señoritas que se prueban
todo, que te marean y no se llevan nada; otras que te miran con desprecio
aunque tú seas la dueña; y, luego, mucho arreglo que hay que hacer, porque por
ese dinero como para no ajustar la ropa a cada clienta. O sea, también es
demasiado esclavo al final, tampoco renta.
En fin, que una tienda de moda de ninguna de las maneras, ni por arriba,
lo caro, ni por abajo, por lo tirado.
No, no iba a ser ese el negocio que me sacara de esto.
Así que, sin darle muchas explicaciones a Pablo, a qué contarle y hacerle
creer que sé de algo, seguí dando vueltas a otras posibilidades. Y es que
él volvió a insistir el año pasado, y eso que hay crisis y el pobre, aunque
trabaje en política y tenga el sueldo asegurado, como todos esos, una suerte,
anda más apretado y con posibilidad de menos ingresos. Pero,
claro, me está agradecido el hombre y quiere ayudarme.
Sabe bien que todos los jueves tarde y
noche son para él desde hace años, que yo ese día lo reservo de ocho en
adelante para salir o quedarnos en casa, lo que quiera. Aunque últimamente ese antiguo
“ponte guapa hoy, Mandy, que te recojo y te llevo… ” cada vez es menos
frecuente.
(El relato completo "Mandy, Bienestar y Belleza" está aquí si quieres leerlo. Pertenece a la serie Clasificados).
Querida Aurora, es un placer volver a leerte, y verte en actividad bloguera; pienso con mucho cariño en tí, en Gonzalo, y, por supuesto, en Olimpia.
ResponderEliminarUn muy fuerte abrazo.
Y nosotros en vosotros, un abrazo (iremos a veros cuando podamos, lo prometo). Boda, trabajo y temas variados y el blog sin atender, una pena.
ResponderEliminarMandy... pero ella cómo se llama en realidad. No debería usar su verdadero nombre par volver a empezar de verdad? Me asaltan las dudas, ya me he enganchado.
ResponderEliminarInteresante.
ResponderEliminarGracias, anónimo. Bienvenido.
ResponderEliminarLolo, no sé, es verdad quizás. Pero ya verás que quizás no empieza tanto una "nueva vida"... a ver qué te parece. Gracias por leer, anima mucho.
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