martes, 28 de febrero de 2012

9. Las fuerzas de la competencia (Mandy, Bienestar y Belleza. 11)

Al final el esquema era el siguiente: la estética, como la moda y la cosmética, arrasan hoy porque hay mujeres con mucho dinero. Suyo a veces, en otros casos de sus padres, sus maridos o quienes sean. Y hay mujeres que se  gastan lo que ganan o lo que tienen casi todo en ellas, se lo ponen todo encima literalmente. ¿Y por qué se lo gastan así y tanto?  A mí me gusta llegar al fondo de las cosas, sea cual sea éste.


Primero, así se lo expliqué a Juanjo, porque hoy hay mucha competencia. A los hombres les gustan las faldas más que nada, no es novedad, es lo de siempre. Pero ahora es todo más abierto, y, encima, hay una mayor lucha entre las mujeres.  


Antes, estaba la guapa del lugar, la de tu ciudad o tu pueblo,  y se acababa ahí: no había revistas, películas, televisión, casi ni espejos. Como mucho las mujeres podían compararse con otras a menudo igualmente envejecidas o machacadas como ellas por el trabajo, los embarazos o por el simple paso del tiempo.
Claro que siempre han existido mujeres guapas, pero menos. Antes se aceptaba más la decadencia, la enfermedad, la fealdad y la pobreza, como todo lo malo que sucede a veces. Hoy todo lo malo se acepta menos, hay más resistencia.  Había entonces también menos medios para todo, también para detener la vejez o acrecentar la belleza, eso también pasaba. Ahora hay más oferta de mujeres en todos los lados, y ésta, además, es permanente. Y, tal y como se viste hoy, al aire siempre y todas, bien sé yo que no hay diferencia, que no se nota por el vestir a veces quien se dedica a cada cosa, quién es puta y quién princesa. El caso es que hasta en la sopa los hombres tienen hoy a las mujeres, continuamente en sus narices, tendrían que estar ciegos.

En definitiva, todas esas “industrias”, -me encanta emplear esa palabra que Juanjo dice, ay qué ver cómo suena-, son rentables por las razones que le expliqué y que tengo que tener en cuenta para mi centro, para enfocar bien el negocio, tal y como me enseñó Rosa a hacerlo, pero ahora con la estética.
La primera es la evidente: las mujeres en principio quieren ponerse guapas para atraer a un hombre o para retenerlo luego. Eso bien asentado en que las mujeres creen y les hacen creer que necesitan a un sujeto a su lado, que sin él no son nadie o que son menos... Juanjo se quedó sorprendido cuando le conté esto. Por eso, le dije, se gastan tanto en estética, en moda, en fin, en todo ello... Es igual que hace mil años, solo ha cambiado en apariencia y en medios, porque hoy el matrimonio o la pareja no garantizan nada, el mercado sigue abierto y con mucha, muchísima oferta. 

Sin embargo, lo de la estética no funciona del todo o siempre en lo de atraer o retener a quien sea. Para empezar, porque hoy hay una competencia que se renueva rápidamente, y siempre habrá unas mejores tetas, una piel más firme o unas piernas más largas, te pongas como te pongas, te arregles como te arregles, te hagas lo que sea.  Sé de esto porque soy una usuaria de estética de las más fieles, y, con todo, también sé que hay un punto en que ya no se puede. Conmigo, que pagan por estar, habrá un momento en que ya ni quieran sin pagar por mucho que yo me cuide y haga al respecto. Bien lo sé y por eso estoy haciendo este cambio de carrera...
Pero en esto la mayoría de las mujeres no caen o no les interesa reconocerlo. Es como si les divirtiera el juego, la competición, la carrera contrarreloj esa... Así que siguen pegadas al anterior punto o, en su caso, caen ya en el tercero, que es el que nos dio la idea a Juanjo y a mí del eslogan de “Mandy, Bienestar y Belleza”, poner la palabra “bienestar” y hacerlo antes que la palabra “belleza”. Porque es más importante el sentirse bien que lo que sea.

2 comentarios:

  1. Siempre lo subjetivo es más importante, ya lo dijo Einstein en su teoría especial de la relatividad. No es tanto ser como sentirse.

    Saludos.

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  2. Y sin embargo yo veía solo belleza. Menos mal que Amanda cambia de profesión. Lo otro, qué bien lo dices, llega un momento en que no.

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