Le vi y supe que podía ser un problema. En la treintena y curradito de
la calle, de los que no ha salido de ella y no se dejan dorar la píldora aunque
te empeñes. Es lo malo de tener unos añitos y, sobre todo, ojo: ves lo se te puede
echar encima y te apartas a tiempo.
Trabaja en el garaje “Hermanos Álvarez”, un taller muy bueno de coches que hay en número 8 de la calle, mi local está en el 17. Como he querido invitar a los del barrio, por eso de que el boca oreja es una de las mejores formas de
promoción y, además, hay que llevarse bien con la gente, pues me pasé por ahí como antes
me había pasado por otros establecimientos.
“Es el encargado” me dijeron. Esperé un momento porque estaba con un Audi en plena faena.
Salió de las tripas del coche limpiándose las manos. Con una sonrisa que intenté que fuera tímida y simpática le di el folletito de
“Mandy, Bienestar y Belleza” con todos los servicios y precios y la invitación a la
inauguración, un tarjetón precioso que me han hecho. No sé por qué se me ocurrió decirle “Seguro
que tienes novia, amigas o mujer a la que le guste estar guapa, o clientes
a quienes les interese... inauguro este viernes…” Se me quedó mirando con
detenimiento y me contestó en voz alta, para que le oyeran “No tengo a nadie para darle esto, pero…“
Hizo una pausa el muy sinvergüenza y siguió luego “…si me haces precio, me paso
yo mismo y me haces el tratamiento que tú quieras…”. Se oyeron entonces las risas de sus
compañeros.
La verdad es que no tenía pinta ni de necesitar estética ni de pagar tampoco por ella. Yo no
supe cómo reaccionar al principio con su fresca.“Perdona,
tengo novio…”, se me ocurrió para zanjar el tema. Luego no pude contenerme porque seguían riéndole la gracia “… pero seguro que a alguna de mis empleadas le interesas para algún
tratamiento, si te lavas las manos antes, claro, y te adecentas. Mi local es
muy limpio en todo y no tratamos a cualquiera, ¿sabes?...” Se hizo un breve silencio. No pude menos que
soltarle ese corte y mirarle con condescendencia, como miran algunas mujeres
ricas o guapas cuando les molestan. Sé lo que fastidia eso y cómo suele callar
a los bocazas. Pero me salió el tiro por la culata. El tío me aguanto el chaparrón
y la mirada mientras sus compañeros volvían con la juerga esperando su respuesta.
Me di entonces media vuelta haciéndome la
digna, antes de que pudiera responderme con otra fresca. Noté entonces sus ojos clavados en mi
culo y en las caderas, avanzando y deteniéndose más abajo, descendiéndome
por los muslos, como si me metiera mano a distancia, el muy cerdo. Yo me iba diciendo por dentro “no te vuelvas, Mandy, por Dios, no te vuelvas...”. Pero no lo pude evitar, me dí la vuelta. Y ahí estaba el cabrón: apoyado en el coche que estaba arreglando, con
mi folleto que se estaba metiendo ya en el bolsillo y magreándome a una
distancia de casi seis metros sin ni siquiera tocarme, comiéndome viva con la
vista únicamente. Y yo sintiendo el calor ese, mierda.
Se nos cruzaron los ojos
de nuevo y fue como si me dijera “te vas a enterar, guapa, de quién soy yo…” Como
un resorte se me pusieron entonces las tetas duras como piedras y los pezones
tiesos, la espalda y la nuca tensas, y sentí esa sensación en el estómago de mariposas
dentro y de humedad entre las piernas, pero le pude mirar con total
indiferencia. Yo no estoy para perder el tiempo, de ninguna manera. Así que doblé la esquina y me
hice la promesa de no volver a pasar por allí. Lo último que
necesito es un hombre que me pueda dar el menor problema, con
todo lo que yo tengo que hacer justo ahora que abro “Mandy, Bienestar y Belleza”.
Lo malo es que le dejé la invitación a
la inauguración...
Bueno, no hay cuidado, no creo que venga. La
mayoría de los hombres se ven intimidados por lo de la estética y prefieren mantenerse a distancia de saraos como éste. Especialmente si prevén que habrá mucha mujer, que aquello
será un gallinero. Es además un chulito seguramente inofensivo, más labia que
otra cosa, ni su nombre sé siquiera.
No,
no hay de qué preocuparme. No viene fijo, seguro que no viene, va a venir un tipo así, nada, no viene...
Ea, yo a lo mío, al centro.
Quedan sólo veinte minutos para que todos lleguen, qué nervios.
Mira que ha quedado bonito todo, cuanto más lo miro, más me gusta.
¿Vendrá gente? ¿Y si no viene nadie...?
¿Y si viene el lerdo ese? Mierda.
Me ha encantao. Mandy, más Amanda que nunca, sucia por una vez. Y limpia por dentro. Qué bien.
ResponderEliminarAh, precioso el encabezamiento, Aurora. Qué color, tu mano y ¿Olimpia?
ResponderEliminarPerdona, es que me he engachado: qué poco aséptico es el amor, qué mal se lleva con el orden perfecto, las plantas de plástico y el cálculo financiero y personal.
ResponderEliminarLo de que el amor es poco aséptico me ha encantado, Lolo, qué bueno... Gracias por leer siempre, y por comentar doblemente gracias (triples en este caso)
ResponderEliminarLa foto es del monte Pindo, en Galicia, al lado de Carnota, hace 3 años o así, un lugar estupendo.
El amor es puro cuando se anhela y siempre sucio cuando se tiene.
ResponderEliminarMagnífico el modo de elevar la anécdota a acontecimiento. Creo que me estoy enganchando a los avatares de Mandy.
Saludos.
JC, gracias por leer. La vida mancha, que dicen. Pero sucio me parece un poco fuerte. No sé, quizás entre la sepsis -imposible e indeseable- y la suciedad -que identifico con otros temas que con el amor tienen poco que ver- esté el desorden. El desorden de las casas donde se vive, si no se viviera estarían impolutas, creo. El desorden es familiar, agotador, quisieras ser Mary Popins y que todo encajara de repente.
ResponderEliminarRico, rico... Me he relamido. Sigue dándole a la tecla, que esto funciona. Besos
ResponderEliminarBegoña ... Cai? Si te gusta, me alegro. Si eres la que pienso: gallina en pepitoria pero ya! Gracias por leer en cualquier caso y el comentario, sigo esta noche, he currado estos días y no he podido meterle la tijera a lo escrito.
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