A mediados de este otoño se instaló la niebla en San Juan, nuestro pueblo. Otros años esa blanca oscuridad baja mucho más tarde. Espera al menos que pase la Navidad. Se queda agazapada en el bosque cantando su canción de frío y humedad. Pero no ha sido así en esta ocasión. Sin hacer ruido, antes de la segunda luna de otoño, una madrugada se extendió desde la chopera y el pinar hasta las casas y las tierras de labor cercanas. Allí, lamiendo puertas y ventanas, de su abrazo solo se libró la torre de la iglesia, se acomodó pesadamente en calles y plazas, en cada patio. Los sanjuaneños estamos acostumbrados a ese tupido vaho invernal como algo propio del lugar, pero, ¿tan pronto? No era lo normal.
El suelo donde se asienta San Juan es duro y mínimo, una delgada línea de tierra que sostiene a quienes lo habitamos. Así, en verano el pueblo se hace todo él cielo, horizonte eterno y sofocante calor. Luego viene el otoño de pocas lluvias, con su suave luz y naranja, de melocotón. Es cuando mejor se está. Pero no este año en el que, sin saber por qué, se adelantaron las nieblas un mes, casi dos, y nos rodearon sin dejarnos ver ni el sol ni la luna, tampoco nuestro alrededor.
Ciegos hemos estado. Había que ir a tientas a la escuela, a comprar, para atender a los animales y a las tierras, porque la vida, aunque no la veas, no se detiene, haya niebla o no. Luego volvíamos a nuestras casas donde nos arrebujábamos en las mantas, al lado de la chimenea o de la estufa, las zapatillas puestas, no estábamos para más. Nos hicimos más lentos, apetecía quedarse en el interior, en silencio, sola y callada. Ni el alcalde ni las autoridades podían hacer nada. Solo cabía esperar.
Ayer la niebla abrió de repente. Tal y como vino, se fue. Se hizo un jirón de un lado, comenzó a romperse el denso algodón, y se fue disolviendo el vapor por capas. El sol pudo por fin entrar, besar el adobe y la piedra, el metal de las farolas, calentarnos cara, manos y corazón.
Hoy me encuentro en el mirador. Veo a mis paisanos que han salido a sus tareas y no tienen ya que ir palpando paredes y esquinas por miedo a tropezarse, a no llegar. Saludo a un par de niños que van a clases, a María, que abre la tienda, a algún jubilado más.
La niebla volverá, pero en San Juan estamos acostumbrados. Sólo que este año vino con anticipación y se quedó demasiadas semanas. Pero no pasó nada digno de mención.
Ya sabes que soy algo fan tuya, pero ese romperse el algodón y disolverse el vapor por capas... qué maravilla. Te encuentro límpida y suave. Y con los deberes hechos.
ResponderEliminarYa estás aquí, qué bueno.
La niebla, a la que dediqué una entrada el año pasado, siempre me causa cierta inquietud... Junto con un gozo estético por los paisajes que genera.
ResponderEliminarMe alegro de que se haya disipado por el momento en tu pueblo. Veréis las cosas más claras.
Un beso.
En fantástico. Hay algo distinto en este texto. ¿Hay algo distinto en este texto?
ResponderEliminarBesos. Me alegró mucho verte el otro día.
A partir de ahora, Master en nieblas.
ResponderEliminarMe parece deliciosa tu entrada. Especialmente notable:
Se queda agazapada en el bosque cantando su canción de frío y humedad
Un beso, Aurora
Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarNo puedo dejar de leerlo con una media sonrisa. Ay, Aurora, San Juan puede ser la vida. La niebla se va como viene, lo sabemos. Sabemos que se irá, que volverá (incluso a irse) y que no pasará -seguramente- nada digno de mención.
ResponderEliminarTambién San Juan puede ser solo San Juan.
Casi mejor.
Un beso.
Es una verdadera alegría volver a leerte, Aurora, en esta entrada que quizás podríamos llamar pródiga. Señal de que hay cosas buenas que se están moviendo en esa cabecita tuya.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Opino como Juanma. Hay algo distinto en este texto, maravilloso: huele, huele muy bien, Aurora.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
A mí la niebla me encanta, pero no permanentemente... Me alegro de que el sol te ilumine, señora mía.
ResponderEliminarQué bien que estes de vuelta, Aurora, justo ayer por la mañana te envié un correo preguntándo donde andabas...
ResponderEliminartu niebla ha salido de San Juan y me ha rodeado durante unos minutos, para aislarme de los ruidos de la oficina y el traqueteo repetidivo de lo rutinario... :)
La niebla, como muchas otras cosas, pasa por nuestras vidas y, auqneu notemos su presencia, nos adaptamos a ella, la ignoramos y vivimos de la misma manera en que lo haríamos si no estuviera. Nos hace un poco ciegos, sí, pero deberíamos aprender a mirar la niebla, y no dejarla pasar como si fuera una parte más de negranaje de nuestro día a día...
Un beso
Irene
Un relato veladamente intimista.
ResponderEliminarCuando la niebla cubre nuestras vidas...¡hay que vivirla!
(Nos vemos en la niebla)
Me encantan estos sitios húmedos, donde la gente se recoge, me cansa vivir, casi siempre en verano, no soporto tanto calor y esta vida de calle que tenemos en Andalucía. Mi caracter es alegre, sí, pero me identifico más con otros lugares, no sé porqué será, pero sueño con vivir en algún lugar más..."fresquito".
ResponderEliminarNo nos abandones por tanto tiempo, Aurora, un beso.
Que no pasó nada digno de mención, dices,y acabas de describir la llegada de la niebla que en tu texto es todo un acontecimiento. Magnifico
ResponderEliminarUn abrazo, Lolo, lo cierto es que sigo afónica aunque menos, he estado muda de nuevo (me quedé sin voz) y sin móvil... ¿querrá decir algo esto?
ResponderEliminarAlegre opinador, me acuerdo de tu entrada, a mí me gustan las nieblas, al fin y al cabo son un modo de nube ... ¿o no?
Juanma, no lo sé. Sigo escribiendo y limpiando, echándole mucho trabajo, tesón y tiempo, la cuarta t es la que no sé, pero no pasa nada, lo paso bien escribiendo aunque a veces digo qué mal al echar la vista atrás o al presente, es igual.
Julio, gracias, todo canta, hay música en todo, y en el campo más.
De vuelta el abrazo, Javier.
Olga, nada digno de mención, es verdad.
JM, seguiré a otro ritmo, tengo textos abiertos que quiero dormir, cerrar, pulir, volver a escribir,etc. El blog me gusta mucho, pero más leer los de los demás, es la verdad.
Suso, pues no sé, ¿algo gallego quizás? Esas nieblas en el Pindo, en pleno verano, qué recuerdos...
Jaime, las nieblas de Valladolid, esas sí que son nieblas... Un beso.
Irene, no sé si tengo tu email y quiero escribirte, ¿puedes ponerte en contacto conmigo? Tengo algo que proponerte que te va a encantar.
Javier, subo a la sierra este fin de semana así que quizás en al niebla... no nos veremos. Un abrazo.
Tortuga, me pasa igual, el sol es estupendo pero calor todo el tiempo cansa, y el calor de verano de algunas lugares es imposible...
Miguel, gracias, te escrbio porque tengo una duda y ahora no sé una cosa... Un abrzo.