En el año 2003 estuve con MA en Bretaña. A la vuelta a España pasamos por Bécherel, un pueblo, una “villa” o "ville" como les llaman, dedicada al libro como hoy lo es Urueña en España. Nos encantó a las dos el lugar, sus librerías, tiendas de encuadernación o papel, pequeñas editoriales y aquellos cafés con sus bibliotecas cada uno, tan apetecibles. Era como si estuvieras en tu casa, podías coger un libro y leerlo allí mismo con un vino delante. Ahora, al visitar Urueña, he recordado lo que AK me dijo a la vuelta aquel verano, yo entusiasmada con lo que había visto: “Desengáñate, la gente en España en los bares quiere fútbol y chicas en bikini, grandes televisiones... ”. Tenía yo la romántica idea de un café como los que había visto y AK me la quitó de inmediato. Ahora en Urueña he vuelto a pensar en las tabernas, cafés o bares con lectores, especialmente tras pasar por el Portalón, el bar de Mariví.
A mí me gustan los bares y los restaurantes siempre que, además de comer y beber decentemente, se pueda hablar en ellos. Que se pueda escribir o leer es pedir demasiado. Hablar y poder escuchar es cosa difícil hoy en día por varias razones: en primer lugar, la extendida costumbre de tener una televisión encendida de modo permanente; luego, que la mayoría de los establecimientos están muy mal insonorizados, en cuanto somos unos pocos no hay quien oiga nada; y, además, solemos hablar muy alto en España. Resultado: un ruido insoportable que acaba por echarte.
En Urueña hay mucho silencio y otro ritmo, el del campo. A mí solo eso ya me parece interesante e importante. Por el silencio se paga, creo. Es un bien muy escaso. Ayer me mandó AK una noticia al respecto que, como visitante de Urueña, comparto. Quizás ese lugar, el lugar, lo será en la medida en que lo rural –en un sentido amplio- se mantenga, perdure unido al libro, a los museos, a las iniciativas culturales que hay o que en el futuro haya. A mí me parece que en Urueña lo rural y la cultura son ámbitos complementarios mientras que la segunda no sea vista como una mercancía más, sino como un cultivo del alma. Urueña podría ser un reducto hasta rentable si hay paciencia y se afina, me parece, pero no intentando competir en "mercados" culturales o de ocio, de entretenimiento, que ya están saturados, sino siendo fiel a otro tipo de espacio aún donde exista el intercambio necesario para que la gente se gane la vida.
Tengo la sensación de que hay personas que jamás irían a Urueña si lo que acaban haciendo allí es una especie de parque temático. Pienso que el valor del lugar está en sus dimensiones humanas y a pequeña escala, en lo que es el pueblo, en las personas que lo hacen, los de siempre y los que se añaden. Ese es su atractivo entre otros muchos. Llegar a quienes lo valoren, a quienes puedan llegar a valorarlo, es el tema, y serán, en mi opinión, pequeños nichos muy pensados, no mayoritarios. Urueña supone algo diferente en su "oferta cultural", por llamarlo de alguna manera, y su público será -debe ser- minoritario, no de masas, aunque quizá yo esté en todo esto equivocada.
Conozco en el bar de Mariví al alcalde. Está con tres parroquianos que me presenta. Hablamos, me cuentan, y hay en los ojos de alguien ese brillo especial cuando habla de la tierra porque la trabaja. Luego conozco a X que está en TF, muy majo. Nos dice que si queremos conocer su estudio. G y yo vamos y nos quedamos encantados. Yo pido que me adopte de inmediato. Vemos trabajos que han hecho, entre otros para Fundación Mapfre, libros, identidades visuales, gráficas, excelentes, cuidadas. Un gato nos mira desde el patio tras la ventana que llega hasta el suelo. Me fijo en lo bien hecha que está esa ventana, la albañilería redondeada por abajo, insólita, trabajo del que ya no se hace. X me dice contento que lo ha hecho su padre. Antes también me contó con orgullo, o yo lo percibí así, que ese campo de trigo que compone parte de la pequeña finca que tiene Amancio Prada al lado de la ermita de la Anunciada lo segó también su padre. Me quedé admirada de ese “jardín” que no es tal, aunque algo de árboles tiene en un lado. Si estás en Castilla lo propio, creo, de tener algo -si es que hay que "tener" algo, el campo es de todos quienes lo miramos- es un campo de trigo, y no de golf o una rosaleda británica, un césped amplio, etc., todas esas cosas en las que nos empeñamos a veces uniformando lo que en origen era variado y distinto, no el modelo americano o el que sea.
Volviendo a Mariví, hay tres cosas fundamentales en una taberna: la comida, la bebida y la conversación. No es que en relación calidad, precio y ambiente Mariví no se lleve la palma, con permiso del resto de los bares o restaurantes de Urueña. Es que en su mesón o taberna además se puede escuchar y hablar con calma. Más: me cuenta ella cómo se ha sentido acogida y cómo cuando hay mucho trabajo alguien, sin preguntar, se pone detrás de la barra para ayudarla. Mariví como Mercedes o Esperanza tienen ese ritmo de las mujeres que no tienen que demostrar nada.
En el pequeño hueco que hace de terraza en el Portalón, mirando al campo, acabo de leer lo que había empezado. Escribo luego cuatro o cinco textos a lápiz en el cuaderno sobre Urueña y lo que estos días estoy escuchando en el curso organizado por la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Luego ya lo pasaré a esta bitácora. No hay prisa para nada.
No hay prisa, es verdad.
ResponderEliminar... but don't wait too long! :)) Prometes que no tiene nada de parque temático?
ResponderEliminarPuedo jurar que de parque temático no tiene nada, gracias a Dios. Pero el peligro siempre está ahí...
ResponderEliminarse echa en falta lugares artesanos, de aunténtica artesanía... En cantabria el boom inmobiliario no sólo ha destrozado las costas, sino que ha arrasado con muchas otras cosas. Recuerdo que cuando era niña solía ir los fines de semana a visitar pueblecitos pasiegos y típicos de cantabria. Me acuerdo que en santillana del mar había vacas en mitad del pueblo, tiendas de cerámica, y productos autóctonos. Curiosamente me entristeció ver que ya no hay vacas cuando volvi el año pasado, y que el bebedero que está en mitad del pueblo lo han restaurado y está ahí para hacer la foto, y ya no se usa en el pastoreo.
ResponderEliminarMe entristece ver que ya quedan pocos artesanos, y que las tiendas ahora venden meros recuerdos para turistas. Antes vendían figuras de cerámica con la estela de cantabria, ¿Por qué ahora tambien venden la de asturias y la del pais vasco? ¿Por qué ya apenas esculpen figuras de la mitología?
Tienes razón. Hay muchos de estos lugares que se han transformado en parques temáticos. Tal vez sea eso lo que nos haga apreciar más los que aún no lo son. Hace tiempo tuve una visita de una amiga. Le quise llevar a un pueblo que se llama barcena mayor, que es una preciosidad. Me dio mucha rabia descubrir que no hay autobuses que vayan hasta él, así que no pudimos ir. Pero después pensé que era mejor así. Aún no se ha abierto del todo al turismo, y espero que no lo haga durante mucho tiempo.
Un beso,
Irene
Lolo, un abrazo. Gracais.
ResponderEliminarAnnmarie, por Dios, no lo es para NADA. Sólo es el miedo de que, teniendo en cuenta cómo devora el mundo todo lo que es distinto, esto pueda correr esa suerte, nada más, por eso de generar tráfico y negocio, es el equilibrio ese tan difícil a veces de que hay que comer... pero no hay que prostituirse...
Jaime, ¿quedamos?... Bajo a Valladolid a Ilustratour ¿nos llamamos?
Ay, Irene, qué bien lo cuentas, es eso. Yo tenia un amigo en Bárcena mayor, y en Santillana varios. No sé, el equilibrio es complicado. Hay pueblos fantasma, acabaditos como si fuera para un rodaje de cine, otros que han perdido su esencia, otros fieles a una esencia que nunca existió, en fin, todo es variado y complicado. Hay que ganarse la vida pero en este país sabemos bien cómo por ambición y ese urbanismo salvaje además de otras muchas barbaridades nos hemos cargado la gallina de los huevos de oro. Aunque siempre habrá gente que le apetezca ir al mogollón costero, con gente, mil bares y tiendas de souvenirs. Hay de todo...
Yo, como tú, en Irlanda dije que pagaría impuestos por impedir carreteras de varios carriles. Castletownbere, Beara, se mantiene así por la dificultad de llegar a ella...