Antes no teníamos vacaciones, íbamos de veraneo. Recuerdo aquellos veraneos largos de casi tres meses en un pueblo en la casa de mis abuelos, llena de primos, tres familias juntas viviendo, comidas para un regimiento y un solo cuarto de baño.
Leíamos mucho porque las horas de la tarde se hacían eternas y no se podía hacer ruido durante la siesta. Hacíamos excursiones cuando no apretaba el calor, íbamos a los Escoceses andando a misa algunas veces, a las bodegas, al río, jugábamos al ping pong. Comíamos tomate con sal y sandías que sabían sentados en las escaleras. Montábamos en bicicletas que no hacían más que pincharse con las "pesetas", unos pinchos largos que tienen por un lado una púa más larga. Se entretenía uno cambiando ruedas y bañándose en el pilón que luego fue piscina. Había largas tertulias de sobremesas tras la cena.
Tenías tiempo para todo, incluso para quedarte mirando a los escarabajos zapateros. Y así me enteré yo de algunas cosas de la vida, con dos escarabajos zapateros, rojos y negros, enganchados y que no se soltaban. Nos aburríamos en definitiva algo. Formaba parte de la educación que los niños no tuvieran que entretenerse cada minuto, allá nos las compusiéramos.
Pensé en todo esto el sábado en la Igeada que tuvimos, una reunión familiar en la ermita de la Virgen de los Remedios, pasado Colmenar Viejo. Sigo afónica, con un catarro fuerte por el aire acondicionado, faringitis, tos, algo de fiebre. Pero fui a la Igeada, no me lo hubiera perdido por nada. Celebramos misa primero, luego comida. Después leyó mi hermano Juan un texto que nos hizo reír y luego pasó mi primo Alberto el montaje en power point que había hecho con fotos de mis abuelos hasta los ya tataranietos que, de vivir ellos, tendrían. Fue muy bonito, lo pasamos fenomenal. Recordé lo bueno del veraneo, el dejar la vida habitual en suspenso, un paréntesis largo, quizás demasiado extenso, que hemos perdido con la vida adulta y los tiempos modernos. Era otra manera de descansar o de cambiar de aires. De vez en cuando escribías una carta y lo hacías esperando la respuesta. Pero todo tardaba, nada era instantáneo. Como las llamadas de teléfono, que en Boecillo fueron con operador hasta los setenta y tantos. No se llamaba así como así, vivíamos desconectados con quienes estaban a cierta distancia y quizás más conectados con los cercanos a cambio.
Creo que no es mal plan para los meses que vienen, un veraneo como los de antes, largo y sin actividad aparente, cartas esporádicas escritas en aquel estilo infantil “Ayer fuimos de excursión a Portillo, subimos al castillo y luego compramos pastas. El coche se rompió en la carretera… ¿Qué tal lo estás pasando tú en Galicia? Cuando puedas escríbeme…” o una postal de aquellas "Estoy desde Salamanca, he venido con mis padres ... ¿A que es preciosa la Casa de las Conchas?"
Buen veraneo a todos.
Tienes razón en que ya no hay veraneo, sino vacaciones. Antes los niños se iban con las madres los tres meses al pueblo y era maravilloso. Ahora, como los dos trabajan y encima con vacaciones partidas y encima teniendo que guardarse una semana para ir a Disneyland o para ir a esquiar, lo que hay son campamentos de verano que organizan en el colegio, y cuando estos se acaban quince o veinte días con los abuelos que, como están ya muy mayores porque hoy los hijos se tienen tarde, por no aguantar al nieto le dan la play y le dejan que se tire allí jugando lo que quiera.
ResponderEliminarEste es el veraneo común del siglo XXI
Has descrito formidablemente como eran esos veraneos de los 60 y 70 ... las postales, breves, casi telegráficas; o esas cartas, que las chicas escribiais en papeles de colores que os regalaban para el cuimpleaños, con letra redondilla, generalmente más pulcra y bonita que la nuestra, que escribíamos en cuartillas cutres llenas de borrones de boli BIC.
ResponderEliminarY las bicicletas "Orbea" o "BH", alguna costillada y amores de verano que hasta podíamos dramatizar.
¡¡Yo aun voy de veraneo!! Ahora son más cortos claro, porque ya no está el abuelo, los tíos se separaron y los primos ya cada vez vienen menos días al pueblo... en fin, los veraneos se han adaptado a las circunstancias...
ResponderEliminarAún así, cada agosto vuelvo a Noja con mis padres y mi hermano y seguimos con la misma rutina de siempre... por las mañanas, playa, por las tardes, lectura y subida al pueblo viejo a dar un paseo.
Parece increíble, pero lo que más echo en falta de estos veraneos son las películas del oeste... ¡No es broma! Después de las comidas mi abuelo se echaba la siesta en el sofá y ponía la televisión en la 1; donde siempre, siempre había una del oeste... él se quedaba dormido, y yo veía la película entera...
De vez en cuando vuelvo a ver esas películas, y me llevan a esas tardes, me hacen recordar la manta de flores, mi cubo, mi pala y rastrillo, y el arroz con leche de mi abuela...
Voy a dejarlo, ¡que me estoy poniendo melancólica!
Un beso,
Irene
Qué chula esta entrada, Aurora. Vas a descansar, ¿eh? Venga.
ResponderEliminarNuetro veraneo es también de los de antes. Pero como madre, ya no como hija, aunque también, ya tú sabes.
Intentaré no privarme de nada, excepto de alguna aventura que la edad hace imposible; por lo demás te escribiré, yo también, contando lo de las excursiones, los tomates, las tertulias y algún escarabajo que descubran los más pequeños de los primos.
Bueno, si la red me lo permite.
Buen verano, Máster.
Un beso.
Eso de tener para aburrirse tres meses de días que se antojan interminables es un lujo al alcance de muy pocos niños de hoy. Supongo que, antes o después, terminará por pasar factura, a ellos y a la sociedad en su conjunto.
ResponderEliminarSaludos.
Querida Aurora: Espero que estes bien al recibo de la presente, nosotros estamos bien grácias a Dios.
ResponderEliminarDeseando estamos que llegue el veraneo en casa de los abuelos para aburrinos como todos los años.....
Y cuando llegaba Septiembre hechabamos de menos el bendito aburrimiento y, por lo menos en Sevilla, los cines de verano.
Afectuosamente suyo
El Naranjito.
Miguel, así se organiza la gente que yo conozco y que tienen como mucho 1 mes ellos: campamento, abuelos -si los hay y pueden- y luego ya padres. Todo tenía sus ventajas, yo es que echo de menos esa sensación de tiempo y no "tener" que estar haciendo nada, ni mayores ni pequeños.
ResponderEliminarModestino: cómo afinas, ¡es verdad!... Las niñas teníamos papel de cartas que nos regalaban en cumple o Reyes, así, en plan femenino. ¡Ay las BH, cuánto sufrimiento! Y a veces ni siquiera los Reyes te la traían, y tú suspirando por una... ¿Y los levantones en las rodillas, esas raspaduras todas ensangrentadas y soplando para que escociera menos? Ay,.,..
Irene, la peli del oeste para dormir la siesta es fundamental, sin peli del oeste se duerme peor... Tu abuelo ¿será de mi edad acaso? En el norte siesta con mantita en todo caso.
Lolo, eso es, con calma, tú ahí con la reforma y yo aquí, estoy trabajando y escribiendo, haré lo que pueda estos meses con el blog, pero email tuyo espero, no me falles y cuéntame.
Juan Carlos, así escrito parece que éramos una sociedad de dilentantes y que es eso lo que echo de menos (¿tú crees que éramos vagos los de mi generación? pues no hemos salido los cuarentones que yo conozco inactivos ni poco productivos...). Vale, de acuerdo que quizá tenemos muchas vacaciones o los niños las tienen -en comparación con países de nuestro entorno-, pero es que creo que se pueden hacer cosas en vacaciones (no he contado lo de los deberes que teníamos) y que para descansar hay que entrar en ese puntín de ligero aburrimiento... y que es bueno que no haya que entretener a un niño (o aun adulto), que uno se sepa divertir solo, pensando, no teniendo que "hacer", eso también. Ahora, con tanto movimiento, y haz, y entra y ven, todos esos saltos que hacemos de vacaciones cortas... no sé, no hay tiempo de saborear. Otra cosa es que seamos poco productivos, pero lo somos precisamente a veces cuando las jornadas labrorales son interminables... Si te vas a las 2 acabas o a acabas lo que tienes entre manos a veces. Yo aspiro siempre a más vacaciones, este año porque no puedo, pero desde luego prefiero siempre tiempo a dinero (dentro de lo que puedo, ya digo que este año no puedo).
Naranjito, echo de menos cierto ritmo, precisamente como tú, por la celeridad y el "Italia en 7 días" de ahora, o el salto aquí y allá. Me gustan 8 semanas en un sitio sin moverme, leyendo, ese es mi ideal. Y menos en verano, hace mucho calor para viajar y moverse.
jajaja Aurora, ¡Eres más joven que mis padres! :) Estás hecha una moza...
ResponderEliminarSí, la peli del oeste es un requisito. Creo que fue entonces cuando mi subconsciente se enamoró de Paul Newman (Digo mi subconsciente porque entonces era demasiado joven para darme cuenta jajaja) ;)
Un beso,
Ire
Los buenos viejos tiempos, Aurora, que se hacen más patentes en los recuerdos veraniegos, en los que el propio tiempo parecía darse una tregua. Recupérate pronto.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé si me expliqué demasiado bien, pero lo que considero nocivo es que los niños no tengan tiempo de aburrirse, de esta generación de quince días en la playa y dos meses y medio en campamentos urbanos.
ResponderEliminarIrene, yo en cambio me enamoré plenamente consciente de Paul Newman, nunca nada sin consciencia, ni siquiera el enamoramiento aunque sea cinematográfico (lo vas notando ahí en la butaca, estás prendada, entregada, qué guapo, qué listo, qué... todo ;-). Aunque también a la vez de Steve McQueen y de otros 18 que se han ido turnando en el hit parade de amores de cine, sesión de tarde primero, luego de noche, etc., etc.
ResponderEliminarJosé Miguel, la nostalgía es un estado agradable para irse un ratico de paseo, escribir, etc. Pero creo que conviene no quedarse demasiado tiempo anclada en ella. Este verano puede ser estupendo. Te lo deseamos aquí Olimpia y yo a ti, a L., a Quequi. Os tenemos en la cabeza. Un abrazo muy fuerte.
JC, estoy de acuerdo. Yo creo que hoy no hay imaginación porque ésta nace de un principio de ligero aburrimiento. Creo que esa punta de aburrimiento es importante en la infancia, en la madurez, en una amistad, en pareja, en ... el trabajo y hasta con /en uno mismo. La plenitud esa de "estar entretenido y a 100" todo el tiempo me parece que es imposible y no presagia nada bueno.
Del aburrimiento sin excesos creo que nacen muchas cosas buenas.
(Y ahora no sé por qué me he acordado del spleen de Umbral aquel, ¿te acuerdas?). Bueno, pues no tiene nada que ver, pero me acuerdo...
El aburrido "a la vuelta" no es la idea, es otra cosa. Es la insatisfacción ligera con algo, de uno mismo, el no saber ahora qué hacer,uf, a ver si me sale en la entrada.
Veraneo y no vacaciones, ya nos sitúa plenamente el comienzo de esta entrada. Luego, todo es reconocible. Se echa de menos.
ResponderEliminarQuerida Aurora, un placer volver por aquí. ¿Cómo va todo? ¿Por qué no me envías un correo y me cuentas?
Besos.
Hoy recordaba yo los veraneos con mis padres en Cullera, que comenzaban con mil horas de coche el día 1 de julio, con un calor infernal en un 850 abarrotado...
ResponderEliminarMe adhiero a la reflexión que haces sobre cómo estábamos los niños antes y ahora. No entiendo esa obsesión de tener que programar cada minuto de actividad de los niños de ahora. Me pone del hígado.
Besos.