martes, 25 de agosto de 2009
Oído
Creemos por el oído, oí ayer precisamente. La fe viene por el oído.
Interesante sentido, hoy machacado por el volumen de todo. Mueren sepultados muchos sonidos, no percibimos matices o tonos de otros, ni siquiera ritmos distintos bajo semejante peso.
Se habla demasiado alto. Vas al cine y es atronador el sonido. Las pausas publicitarias de la televisión se ponen más altas a intención. ¿Cómo hemos podido pasar de la levedad del sonajero, nuestro primer instrumento musical, al estruendo con el que vivimos?
Oigo a la Orquesta de Madrid dirigida por esa estupenda directora que, además, es guapa, Inma Shara. Luego vendrá la maravilla del Concierto de Viena, archiconocido, sí, pero son los sonidos de un mundo que desaparece, una gracia musical que ya no existe. Barenboim dirige a unos músicos con facha de caballeros, creo ver a un par de mujeres en la orquesta, damas.
Tras el estruendo de petardos de ayer, en esta mañana soleada donde las nubes y niebla quieren levantar, la combinación de esta música navideña y elegante y las urracas, que ya están haciendo de las suyas en el jardín, me dan paz.
Muchas mujeres se enamoran por el oído, sentido olvidado en algunos poemas y novelas de amor. Debe de ser difícil llevar a un texto el tono de voz de alguien, su ritmo, no sólo lo que te dijo y cuándo, sino cómo te lo dijo, su cadencia o intensidad. Algunas películas sí pueden, el teatro también, juegan no sólo con las palabras.
En algunas ocasiones cerramos los ojos para ver mejor y oír de verdad.
No oyes violines cuando besas por primera vez, como decía José Luis Garci, pero sí el latido del corazón a menudo. También la respiración. Tantas veces es tranquilizador entrar en el cuarto de alguien y oír que sigue respirando.
Silencio roto por los pájaros. Carboneros o herrerillos se pelean en el abeto. Aleteo de los colirrojos, siempre más discretos. Rabilargos que aparecen y no sé si se van a quedar por aquí. Lavanderas que vienen a lo suyo: andar por los charcos.
La voz humana, el mejor sonido, puede ser también poco agradable. Voz en susurros de Diane Krall, me encanta. No me gustan las voces perfectas y muy potentes como Celine Dion o Barbra Streissand, frías de tan sin mancha. Y en hombres, igual. La voz de Paco Rabal, la de Juan Luis Galiardo, tabaco, sí, pero también vida.
Como el silencio, tener toda la casa en silencio: sin cd, sin radio, sin televisión, sin móvil, desconectas el teléfono fijo.
Necesitas silencio para apreciar mejor los sonidos, que el oído ayune unas horas, a veces días enteros. Ni música siquiera. Nada.
Un paseo por el campo hoy a primera hora. El mundo recién hecho. Sólo los perros que ladran a Olimpia cuando pasea a mi lado.
Creemos por el oído.
Amar por el oído.
Amar de oídas a veces.
Nota: Ya publicado el 1 de enero de 2009, mis disculpas por repetir, necesito tiempo y concentración.
Menos mal que aclaras la repetición: entre Inmma Shara, Barenmoin y Viena, por un momento no sabia cual de las dos estaba en el espacilo exterior, buscando el silencio a toda costa.
ResponderEliminarLa voz de Barbra Streisand podrá ser cualquiera cosa menos fría. Es perfecta y emocionante al unísono.
ResponderEliminarEn este punto, Máster, I´m not agree with you.
Kisses.
Suso.
Ay, qué difícil es todo a veces, Sarracena, estoy atrancá... a ver si con café...ya ni sé por dónde meter el cuchillo...
ResponderEliminarSuso, lo siento, pero me suena fría como el hielo precisamente en su perfección y hasta en sus alardes de notas difíciles, y por eso no me emociona lo más mínimo, to be honest (¿Ella, Dulce Pontes, Pasión Vega, quizás? ¿estamos de acuerdo en ellas? ;-) besos de vuelta pa'ti en la hamaca y bajo el árbol.
Masterita.
pocas cosas más viejas que el periódico de ayer
ResponderEliminarcon las entradas de los blogs pasa lo mismo
iba a rebatirte toda esa diatriba contra las tetas al aire en las playas, que tantas satisfacciones estéticas me procuran (solo de vez en cuando, porque es que hay cada teta... que mejor dejarla escondida) además de que me permite estudiar gratuitamente anatomía, a la que tanta afición tengo de siempre
pero ya se fue la oportunidad
y además, qué más da
he vuelto, mi querida amiga
prepárate
Si las estadísticas de la OMS no mienten, el país más ruidoso del mundo es Japón, seguido de España.
ResponderEliminarAparte de la afición por el pescado no se me ocurre que compartamos muchas más cosas con los nipones.
Me cuesta entender que un pueblo en apariencia culto, civilizado y sensible (me refiero al pueblo japonés) nos supere en algo tan horrendo como la producción nacional de ruido, nuestra más potente y consolidada industria nacional.
¿Será una maldición del mar (mar-dición) por comer tanto pescado?
Saludos.
¿Qué?...¡Qué saludoooos! (¡Vaya ruido, oiga!)
Pues sí, Javier, mira que los japoneses tienen cosas interesantísimas, pero realmente lo del ruido tiene que ser de horror. Y lo del culto al trabajo también, no me gusta nada. Con lo bien que se está tumbado mirando las estrellas ¿o no? Oye, pero no seas vago y pon una entrada, que la de la oreja de oso ya puedo pasar el examen y con nota ;-)
ResponderEliminarFdo. Masterita