Hace muchos años, a finales de los 60 y principios de los 70, triunfaba Buero Vallejo, autor teatral considerado "rojo" en aquel entonces. Realmente una se pone a pensar lo que en determinados círculos se consideraba rojo y te entra la risa, la verdad.
El caso es que pese a que no eran nada "rojos" mis padres admiraban a Buero, les gustaba mucho y no se perdían un estreno. En mi caso yo creo que no pude ir al teatro con ellos porque era demasiado joven, así que pienso que si vi algo de Buero tuvo que ser en la televisión.
Hoy me ha venido a la cabeza el título de una obra de Buero, "En la ardiente oscuridad". Trataba de ciegos. La ceguera es un tema eterno, lleno de metáforas, ahí está también una obra de Saramago "Ensayo sobre la ceguera", la película "Blindness" dirigida por Meireilles creo que todavía no la han estrenado, pero no estoy segura.
Hoy pensé que porque no viéramos algo no dejaba de existir ese algo.
Que porque no lo experimentáramos en carne propia, porque no lo sintiéramos -con la vista, con cualquier sentido, por dentro, con el corazón, en el alma- ese algo no deja de existir, sea algo físico o espiritual.
Me sorprende sin embargo la terquedad que una a veces puede tener. Una terquedad muy actual y por eso muy infantil. Somos terriblemente infantiles hoy.
"Si yo no lo veo, es que eso probablemente no existe".
"Si yo no lo experimento, es que eso probablemente no es".
Es curioso. Porque además luego no basta con eso: nos podemos empeñar en pensar que son los demás los que no ven, los que están ciegos, engañados, son bobos, se conforman con una mentira o con poco.
Se intenta minimizar su visión, su experiencia, sus sentimientos o su corazón en vez de pensar que quizás es uno el que no ve.
Que a mi no me toque la lotería no significa que no haya loterías. O que las loterías no sean estupendas y fantásticas aunque también es un lío porque tener mucho dinero puede llegar a serlo. Es un triste consuelo, ciertamente humano, pero como de niño chico enfurruñado porque a él no le tocó. "Hala, pues la lotería no existe, así que .... me quedo con los mortadelos" (nota: los mortadelos eran los billetes de pega de Mortadelo y Filemón, no engañaban ni a un chino, pero ahí estaban: para los niños).
Quizás a veces no es el problema del objeto, sino de nuestros ojos, de otros sentidos o de algo todavía más importante. De nuestro alma, del corazón, de nuestra trayectoria vital que puede hacer más difícil ver. Admirar. Desear. Ilusionarse. Y luchar por lo que puede ser verdad, por lo que existe a la vuelta de cualquier esquina. El exceso de actividad y el correr mucho dificulta, creo yo, esa calma que el ver más allá de las apariencias reclama.
Tengo la sensación que para percibir algo hay que haberlo pensado, imaginado antes dentro, en cierta medida poner cabeza. No porque todo eso lo traiga a la vida, a la realidad, sino porque sin todo eso no somos capaces de reconocerlo.
Creo que el problema a veces quizás no es de nuestra vista, sino de reconocer los contornos y poder poner a aquello un nombre, el que sea.
Ciegos somos todos.
Vivimos todos en una oscuridad más o menos ardiente, más o menos constante, rota por luces diversas, todas bastante fugaces, a veces una simple llama.
Ocurre así que más o menos ciegos nos damos todos de bruces con lo real, con la verdad, con cosas estupendas o no tan estupendas y no somos capaces ni de reconocerlas en lo que son, en lo que valen.
Incapaces no en lo sensorial, en lo intelectual, en lo emocional (lo emocional se forja en la cabeza).
Las vemos pero no las reconocemos, pero no por ciegos. Los ciegos son capaces de reconocer al tacto porque tienen mentalmente una representación dentro.
No es por tanto que fallen los sentidos, la vista u otros, sino la cabeza, que es lo que cuesta aplicar, mucho más que el ojo.
De ahí que se hable de ligereza de cascos, que es de cabeza.
Quizás hace falta paciencia para pensar. Y cierta voluntad, temple y trabajo interior, de alma y corazón, no para poder ver sólo, que veremos siempre poco o nada, sino para poder reconocer si llega el caso.
Y si no llega, no pasa nada.
Decir que algo no existe porque uno no lo haya encontrado ni sea capaz de verlo en otros, no cambia ni el dolor ni hace menor la soledad propia.
Sentimentalmente es un triste consuelo, intelectualmente una falacia que se desarma sola.
Eso sí, los placebos sentimentales o intelectuales de la verdad son eso: placebos. Pueden funcionar, pero no son la verdad.
Quizás.
No sé.
Se me ocurre.
La foto es de Nick Kalkounis. Está en la web http://www.metaedge.ca/index.php?showimage=76
REcuerdo perfectamente la obra, una d emis preferidas pues fuí y soy una entusiasta de Buero.
ResponderEliminarDesde luego, todos nosotros, en una u otra medida, compartimos ceguera.
Otras veces, la ceguera nos resulta cómoda.
Es más fácil no "ver", adocenarse en la falsa seguridad de una metira bien pergeñada.
Eso o enfrentarse a la verdad, cruda, a vecs insoportable, especialmente cuando esa verdad lo es sobre nosotros mismos.
No es cómodo mirar-se y ver-se, sin tapujos.
Pese a todo, mil veces prefiero una verdad cruda y descarnada, que una voluntaria y confortable ceguera.
La verdad nos hace avanzar, crecer, madurar.
Nuestras mentiras nos atan, nos empequeñecen.
Pero ¿podemos soportar la verdad?
Siempre me llamó la atención la frase,referida a los hipócritas, de "ciegos que guían aotros ciegos".
ResponderEliminarInquietante. Sugestiva. Tremenda.
La verdad es esquiva, no se deja atrapar fácilmente... necesita del esfuerzo, de la humildad, de la honestidad. Y como tú bien dices, vivimos con prisas, con miedos, y con orgullo. No nos resulta fácil ir a su encuentro. Pero está ahí, esperando a ser descubierta.
ResponderEliminarComo Pepa, también prefiero una verdad cruda, a la benevolencia aparente de la ceguera...
Toma post, Máster. ¿Y tú dijiste que no eras aristotélica?
ResponderEliminarNo no soy nadie, pero si se diera el caso...y lo que has escrito fuera ssceptible de puntuación: Matrícula de Honor, un 10, un "Cum Laude"...(no es jabón).
Ahí está la verdad, más cerca o más lejos, más amable más dura... da igual porque está ahí. A veces vamos a tientas porque nos duelen los ojos. Pero otras es que nos quitamos las gafas para no encontrarla de frente. Y la verdad ... pues nos la inventamos.
"No la toquéis más, que así es la rosa" decía Juan Ramón Jiménez. Ahí le duele, Máster. Ahí. Que no nos gusta, que es más cómodo decir que no es cierto (certeza y verdad no es lo mismo)porque no nos tocó bailar esa melodía.
Un beso y gracias por esta entrada.
¡Qué barbaridad, Máster!
ResponderEliminar¡Qué articulazo!
Lo que no sé es si la oscuridad puede ser muy ardiente, no sé. La oscuridad es feísima. Y quema, eso sí. La del alma, digo.
Ausencia de luz, de calor, de deseos...
Que hay que parar y pensar para reconocer, para vislumbrar, para ver, sí, casi siempre.
Y no tenemos paciencia, e incluso a veces huímos de ver, que ciego, si no te paras tampoco va mal la cosa.
Pero también pasa que de repente ves, o crees ver, en medio de una carrera, de una prisa...como un fogonazo. Esos regalos de luz que llegan, y que también con los sentidos nos acercan a lo que debe ser ver, ver con Verdad. Con Bien y Belleza.
Más que infantiles, yo creo que somos adolescentes pertinaces.
Los adolescentes no reconocen facilmente. Ni nosotros.
Reconocer es un verbo que me gusta mucho.
Si vemos algún día, es como a la luz de las velas, reconociendo sólo.
Cuando no se ve nada, tampoco puedes acordarte de como era lo que creíste ver. Se instala la duda, o la desidia, o la camelia en su peor fase y no hay forma. Sólo esperar. Esperar siempre.
Pepa, aunque yo sea muuuucho más vieja que tú, nos acordamos ambas. Me encantó Historia de una escalera, El tragaluz, Buero tenía peso... mucho, de verdad.
ResponderEliminarA mí es que no me gustan las mentiras, qué le vamos a hacer... Se vive más cómoda, es cierto, pero se vive en Matrix... y hay muchos Matrix, muchos.
Me pasa igual Suso, es una frase inquietante, siempre lo es. Un abrazo,
ResponderEliminarAurora
Ana:
ResponderEliminarLa obra de Buero era impresionante, un tipo "quitaba" la paz a los ciegos, les hacía sentirse incómodos e infelices, creo recordar.
En fin, tela marinera.
Yo creo que sin necesidad de machacarse viva ni machacar a los demás la verdad, siempre con caridad, es importante. Especialmente para una, digo lo de no mentirse a una misma, eso me parecé más importante que mentir a los demás ;-) Las peores mentiras empiezan por mentirse a una misma, creo....
Sunsi, me tienes que explicar lo de certeza y verdad, "darme" un par de clases de filosofía, por favor, ;-), lo necesito. Así que te voy a contratar..
ResponderEliminarNo sé si sabes que "lo último" en Francia son los cafés filosóficos... Ya te contaré... en línea con lo de "Más Platón y menos prozac"... y otras modas, algunas muy interesantes ;-)
Un abrazo, guapa
Aurora
Lolo, mil gracias, pero la oscuridad es nuestro medio casi natural.
ResponderEliminarQuiero decir que vamos, yo así claro no veo casi nada, ni de dentro ni de fuera, para qué decir otra cosa.
Ahora bien, una cosa es no ver claro y otra, creo que distinta, vivir sin preguntarse o dudar o plantearse cosas. Creo que pensar es importante... y actuar mucho menos importante.
No sé si me explico, es un poco tonto esto... En general hoy se prefiere hacer, tirar pa'lante, antes de pararse y decir ¿dónde narices estoy y qué hago aquí? estés donde estés... digo..
En fin.
No creo ni en la publicidad, ni en el mundo feliz, ni el cinismo, ni en el escepticismo, ni en los eternos adolescentes e inmaduros, o inmaduras.
Hay gente que no acaba de cumpir años... o aceptarlos... pero que tampoco es joven. Una extraña combinación...
Me encantaría cumplir años y, sin embargo, ser joven por dentro: no conformarme con nada, no digo material, digo de otras cosas de dentro de una. No tirar la toalla, que es distinto a no estar contenta con lo que se tiene, con lo que la vida te da.
Rollo macabaeo... lo sé.
No.
ResponderEliminarLa oscuridad es feísima.
Yo no tengo casi nada claro, que ya entendí que ésto es un calcetín vuelto del revés y yo poco puedo hacer. O sólo un poco, vamos.
Pero insisto en que tengo necesidad de ver, sin placebos, sin mentiras, a ser posible, si me da Luz, si abro los ojos, y me paro y pienso y reconozco.
Si no, no puedo, de verdad.
Pertinaz adolescente de mi.
Inquietante entrada Aurora, inquietante.
ResponderEliminarCada vez, es más atractivo leer tus post.
Un abrazo.
Lolo:
ResponderEliminarLa oscuridad no es fea siempre.
Hay oscuridades feas y frías y otras que no lo son tanto.
Me encanta andar a tientas, a veces, por no molestar ni enciendo la luz ;-) aunque podría ver mejor.
En la penumbra se está a veces bien, sólo con luz de velas: y te lo digo en serio, hablando metafóricamente quizás, pero también en la realidad.
Lo descubrí en clase de yoga, hay veces que hay que dejar que la luz de la tarde caiga y luego no encender la eléctrica (salvo que tengas que escribir en el blog ;-), sino encender unas velas.
Cambia todo.
Vivimos con demasiada luz eléctrica. Ya sé que es un avance... pero olvidamos otras luces, otra atmósfera. Cuando vives en el campo te das cuenta.
Claro está que en pleno invierno bendices a Edison a las 6.
Perdón, estoy poética y debería estar currando, son las amapolas que me ponen así, y los olivos. Hay una conjura ambiental para que yo trabaje ;-)
Un abrazo
Aurora
Gracias, Javier, por venir y comentar.
ResponderEliminarLo cierto ;-) ... es que no sé muy bien qué es lo que te parece inquietante: ¿la ceguera?, ¿la luz?, ¿las mentiras?, ¿la realidad ? ¿los mortadelos u otros placebos?
A mi me parece inquietante ... que no nos inquietemos ;-).
Que resolvamos de un plumazo las cosas como nos es más fácil y no volvamos a planteárnoslas. Que prefiramos a veces ser como animalitos, o autómatas, personajes de Matrix. Que renunciemos en general a pensar y a las ilusiones. Ese tipo de renuncia es lo que me parece inquietante y triste, muy triste.
Un abrazo (y que voy, si me invitas, a Sistola o Diástole o como se llame ;-)
Aurora