Desde hace unos seis años se habla mucho de la reputación corporativa. Trabajé en este área, tangencialmente, en una consultora. Era interesante.
El término reputación vino a sustituir al de imagen. La primera es consolidada, estructural, resultado del paso del tiempo. La segunda es coyuntural y esporádica. Se dice que la reputación es el conjunto de las opiniones de los públicos con los que trabaja una organización: accionistas, clientes, empleados, proveedores, sociedad en general. E incluso se vende -estamos en consultoría- que la reputación de una empresa se puede no sólo medir, sino gestionar. Como otros activos intangibles de una empresa.
Algo raro me parece a mí que ocurre cuando las empresas ponen tanto énfasis en esa gestión de la reputación que al final depende más en comunicar que en hacer. Tanto me da que hablemos de reputación que de imagen. Porque al final es eso, mucho trabajo para decir (notas de prensa, discursos, webs corporativas, etc., etc.) y medir qué van pensando y qué no los públicos (encuestas, grupos de discusión, etc.) y pocos recursos para hacer mejor o cambiar el modo en que se hacen las cosas a veces, que se pueden hacer fatal.
Triste, ¿verdad?, pensar que al final lo que piensen los demás tiene más importancia o viene a sustituir lo que algo o alguien es. Es un reflejo terrible de nuestra sociedad, no sólo a nivel empresarial, también político y desde luego personal.
Esta mañana pensé también en la reputación no sólo de las organizaciones, de las personas. Una reputación que se puede ir labrando con lo que uno dice, cuenta, más que con lo que uno hace. O en cómo dice y cuenta lo que hace, esto es muy significativo.
Trabajar en agencias de comunicación, gabinetes de prensa o en colaboración con las direcciones de comunicación de muchas grandes empresas te hace ser consciente de que cerca del 80% de lo que aparece en los medios es resultado de tu trabajo: los medios dicen de ti lo que tú quieres, y tienes la habilidad, que digan. Da mucho vértigo, te parece a veces hasta inmoral: cada vez menos periodistas, más jóvenes, peor pagados y que saben menos... y más gente "del lado oscuro de la fuerza", de la comunicación corporativa o institucional.
No quiero ni imaginarme lo que esto puede ser en el ámbito político con dosieres de por medio e intereses de unos y otros mezclados.
"De dinero y santidad, la mitad de la mitad" decía mi abuelo. Creo también que de todo, en general, la mitad. Detrás de muchas buenas reputaciones a menudo hay mucho menos de lo que se espera o se piensa, bien lo sabemos.
Por eso y, como diría Toi, en principio no me creo casi nada de nadie, como mucho la mitad. De las empresas desde luego, pero tampoco de las personas. O sea, de lo que dicen o se dicen, o dicen otros, o hasta dicen ellas de si mismas. Por simple sentido común.
"Watch his walk, not his talk". Pero es que, hasta si me apuran, en el "talk" hay tela marinera más allá de lo que puede parecer. Decimos más en lo que no decimos o en cómo decimos lo que decimos, que en lo que supuestamente queremos y pretendemos contar. La literatura, hasta la corporativa, no engaña o engaña menos, creo.
Por eso también detrás de algunas malas reputaciones hay algo más o, incluso, algo diferente. No es fe ni confianza en el ser humano, aunque sí la tengo, es experiencia, intuición y haber trabajado en comunicación. No es que todo el mundo sea güeno, es que algunas personas son mejores que la mala reputación que les precede o bajo la que se parapetan.
Igual que la buena reputación sirve para ocultar, la mala también.
La buena y la mala reputación a veces son cómodas, es terreno conocido, eres "el listo", "el canalla", "la guapa oficial" o "la mujer siempre buena y sensata" y esto protege a algunos de todo lo que además son: como todos los seres humanos, un mundo y, a la vez, muy poca cosa, muy limitados todos.
Bajo el hilo de una pésima reputación labrada a menudo a golpe de esfuerzo de comunicación suena otra música de fondo, más suave y real. Incluso en ese interés constante en hacer partícipes a los demás de ciertas cosas canta el vacío, una amargura suave y triste que hay detrás, el olor de la soledad.
Como en los perfumes: las notas de salida dejan paso a las de fondo.
Si es un buen perfume, las de salida no empañan las de fondo.
Están ahí agazapadas, saltan cuando menos te lo esperas, son profundas, amaderadas, acuáticas, florales o frutales, da igual, pero siempre de gusto, con gusto.
No embriagan, no sacian, quedan. Te emocionan y sorprenden agradablemente.
Salen las notas de fondo si el perfume está bien hecho, si las de salida, más saltarinas y evidentes, tan jaleadas a menudo, no las ocultan.
Porque un mal perfume es eso: acaba ahogado en las notas de salida por exceso de éstas, también por su mala calidad. Es el olor de los perfumes baratos.
Algunas notas de salida pueden matar un perfume, acaban por derribarlo, por excelentes que sean las notas de fondo éstas se desintegran, se acaban perdiendo. Y es una pena.
Las notas de fondo son las que construyen un buen perfume, las de salida, importantes siempre, deberían envolverlo con suavidad, abrirlo para que ese fondo, tan conmovedor siempre, se muestre, quede.
Siempre y en todo lo que construye, lo que nos construye, creo yo.
Lo que une, de verdad, no lo que acaba por distanciarnos y hacernos irreconocibles, empezando por uno mismo.
¿Reputación y comunicación?, mala combinación.
ResponderEliminarYo creo que la reputación se gana en el día a día durante años. La comunicación llegará por los demás, no por ti.
En el sector donde yo trabajo-restauración de colectividades- hay mucha empresa multinacional que gasta una pasta en comunicar su prestigio y reputación. Cuando presenta su oferta los medios son alucinantes:dosieres carísimos, power points de impresión.
Después viene el día a día y de lo dicho nada: explotan a su personal, turnos de esclavitud,almacenes desordenados, las cocinas a medio hacer (campanas sucias, paredes sin limpiasr)...porque la gente no llega.
prometen que ujna supervisora/or visita el centro cada semana...¡ja!
En el fondo reputación es hacer lo que has prometido,estar allí cuando hay problemas, que los hay,dar la cara al cliente...y saber que sólo eres la chica de servicio - ni más ni menos- que estás allí para servir.
Quiero decir, que tampoco eres tan importante. Las visitas al cliente deben de ser de "hola,¿todo bien??, y si va bien,lárgate. Deja en paz a la gente.
En fin, es mi experiencia.
Buena semana a todos los "nublados"
Ahí le has daó, Suso, pero nada: venga dinero para decir qué buenos somos... o medir qué piensan de nosotros... en vez de poner dinero en serlo.
ResponderEliminarSiglo XX cambalache...
Mi trabajo me permite (mejor dicho, me impone) resolver sin pensar en las consecuencias. Es así y ... punto. Y al que no le guste, peor para él. No hay nada mejor en la vida.
ResponderEliminarLas veces que me he topado con los de la "reputación" ha sido terrible. ¡Qué mal llevan la verdad!
Es la mejor entrada que has escrito, Aurora, al menos la que a mí más me ha gustado.
ResponderEliminar"Incluso en ese interés constante en hacer partícipes a los demás de ciertas cosas canta el vacío, una amargura suave y triste que hay detrás, el olor de la soledad"
La guardaré.
Un beso.
Yo creo es más importante hacer. que comunicar, corporativa y personalmente hablando ;-)
ResponderEliminarPero luego comunicar, ¿eh?, no me dejes sin curro, Lumroc, que vivo de esto.
Me encanta que hayas vuelto, no sé si te lo dije ayer o antes de ayer.
Un abrazo
Aurora
Gracias, Olga, mil gracias.
ResponderEliminarEn cualquier caso, y como le suelo decir a Suso Ares, hay gente que con 10 palabras o un buen poema lo diría veinte veces mejor.
Pero sigo sin poder escribir con menos palabras y sin faltas ortográficas ;-): desastre, desastre, desastre.
En primaria estoy, hablo y escribo con palotes, qué le vamos a hacer.
Y admirando a otros muchos siempre, a su cálida sombra, como la tuya Olga, tu bitácora, tú, dais una sombra fresca y cálida a la vez. Gracias siempre.
Un abrazo
Aurora
Muchas gracias. Estoy casi siempre. Ocurre que voy de craneo y sólo algunas veces puedo escribir algo.
ResponderEliminarMe encanta tu blog.
De reputadas reputaciones está el infierno lleno.
ResponderEliminarPara otros, algunos pocos, cero interés en tener (o que te den) una reputación.
Y cierto, siempre dice más de nosotros lo que callamos que lo que decimos.
O los modos y maneras de decir.
Nos delata lo inconsciente, el lenguaje físico, más que la parte que enseñamos al mundo.
Generalmente la que nos favorece más o la que más nos esconde.
A veces es la única manera de defenderse frente a un mundo que prefiere la apariencia de verdad a la verdad cruda.
Claro que no es nuevo, recordad a la mujer del césar.
Con Dios.
"Decimos más en lo que no decimos o en cómo decimos lo que decimos."
ResponderEliminarEsto. Clavado.
Lo hago mío y reflexiono un poco.
Lo que no decimos que puede obedecer a diversas causas:
- cobardía ... ???
- caridad ... !!!
- lavarse la manos y mirar a otro lado ???
- prudencia !!!
- ignorancia que calla para no ser atrevida !!!
- ¿y a mí quién me ha dado vela en este entierro? !!??
- Chismorreo puro y duro ???
- la tira...
Cómo decimos lo que decimos. Tanta, tanta tela en esta frase.
- Cuando confundimos espontaneidad con brutalidad (cierra la muralla)
- Cuando se omite - sin desvirtuar la verdad- lo que puede herir... y no a todos nos duele lo mismo (abre la muralla)
-Cuando se silencia lo que puede ser infamia o calumnia.(abre la muralla)
-Cuando se modula la expresión -no es necesario llegar a ser cursi- para que lo que decimos no resulte agrio. (abre la muralla)
- Cuando "digo" lo que "digo" porque para eso esta casa es mía ... -cierra la muralla-
................
Perdona la extensión. Esta frase da para mucho. A sus pies, señora. Es usted una señora.
Besos
Gracias, Lumroc. Y el lector silencioso a veces ... dice algo tan importante como el comentarista asiduo o el guadiana ;-)
ResponderEliminarUn abrazo
Aurora
Hay Pepa, Pepa, que no nos digan toda la verdad nunca, no podríamos soportarla. Ni la propia ni la ajena.
ResponderEliminarAl fin y al cabo siempre -y siempre es siempre- lo que somos cada uno merece que todos nos descalcemos: suelo sagrado, hermana.
O que inventemos, es otra forma de descalzarse.
Te veo ... suave. Moderada. No me has llamado cursi ni una vez. ¿Estás enferma?
Un abrazo
Sunsi, me pasa como Toi el otro día: tengo que pensar en lo que dices, pero ahora no puedo. Como siempre procastino lo importante y hago lo que no debo, o sea, bloguear en casa ajena y propia.
ResponderEliminarY el cliente me va a llamar y echar la bronca ya... pero ya.
Agur y hasta la noche, de verdad.
Aurora
T'oi como una malva, colega, vestida de primera comunión, peinada con la raya al medio, meliflua toda yo, enterita.
ResponderEliminarEs lunes..........
A medias entre el despacho, el juzgado, la comida, clases de 15.30 a 18.30 y escapando de tanto en tanto aquí y lo de la hedbanna rana.
¿Cómo era el título de aquella peli de Doris Day? ¿Suave como el visón? Pues cambias el visón, por otro bicho peludo, que se caza y ahí me tienes.
Humilde como la paloma, astuta como la serpiente.
Jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj
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- sárdonica, malvada y silenciosa risa -
¿Sabes qué pienso, Máster? Que los que se salvan de la quema de reputaciones y adornos varios son todos los honrados Lumroc.
ResponderEliminarUn saludo desde Tarraco
Aunque entiendo es cierto que es mejor hacer y callar, en otro ámbito de cosas, es bueno que no se denigre la reputación, más aún de una empresa, por la actuación de uno de los socios. Quizá por eso es importante luchar por una idea, reputación, de esa empresa o familia o institución. No basta con ser hay que parecerlo. A la mujer de César no le es permitido hacer determinadas cosas. Es un tema apasionante. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, quiero dejar constancia que la oración del blog de outsider del otro día era algo ridículo, aunque entiendo que se hiciera con buenas intenciones, por lo que he contestado a tu irónica referencia personal en el mismo. Un abrazo,
ResponderEliminarAlvaro, te vuelvo a agradecer el comentario en este caso en mi blog. Bienvenido siempre.
ResponderEliminarY no había ironía alguna en mi comentario en Outsider Friar, simplemente me parecía un poco raro tu corrección a una oración que se dice en muchas familias. Pero es que en general tengo la sensación de que con que se rece ya va bien, pero claro, es una opinión nada más.
Como muestra de buena voluntad y aunque no encuentro el cuento que creo que te gustaría más, Alvaro (se llama "Miserere tui", y es de un pobrecito que rezaba así, como tú dirías que no hay que rezar) hay otro del mismo autor que quizás te guste, no sé...
http://www.devocionario.com/textos/c_zink_juglar.html
Venga, no te piques tanto, no había maldad en mi comentario, simple y llana sorpresa ante tu corrección...
Un abrazo
¡Quién me mete a mi a corrector, con lo mucho que debo corregirme yo! Pues soy nada, y siento que soy como el juglar dando saltos y piruetas, en presencia de verdaderos master, aun en nubes, como tu. Sí, no te preocupes, que aun así sé que no te ensoberbecerás. Gracias por tus consejos y por ese cuento tan magnífico, al que me has remitido. Dos lineas de meditación viva: la vida es un caminar a la patria definitiva y somos como un juglar delante de Dios.
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