Miedo a la oscuridad.
Miedo a que tu madre no esté.
Miedo a estar sola.
Miedo a que no te hagan caso.
Miedo a que te riña la maestra.
Miedo a los monstruos, al demonio, al infierno.
Miedo a que no te ajunten.
Miedo a no saber responder la pregunta del profesor, a responder mal.
Miedo al examen.
Miedo a hacer el pino puente y saltar el potro.
Miedo a entristecer a tus padres, nunca a enfadarles o al castigo.
Miedo cerval de las películas de miedo: Drácula, vampiros, momias y otros horrores.
Miedo a no gustar a los chicos.
Miedo a no ser aceptada en el grupo.
Miedo a quedarte en blanco en el examen.
Miedo a que no te quieran, a que te quieran y te dejen de querer.
Miedo a quedarte embarazada.
Miedo a no poder tener hijos, miedo a no tenerlos.
Miedo a no entender cuando te hablan en otro idioma. Miedo de no entender, no comprender a los demás, independientemente de la lengua.
Miedo a no saber hacer lo que te piden, por lo que te contratan y te pagan, miedo a no tener las habilidades o facultades adecuadas, más adelante a perderlas.
Miedo a dar clases: vomitar hasta la última papilla siempre el día antes.
Miedo a que se den cuenta de que no sabes nada, a no hacer o enseñar nada de valor.
Miedo de hacer daño, de dejar a alguien herido. Miedo a defraudar, a fallar.
Miedo de las alturas, no poder ver las líneas de fuga, a las escaleras y los rascacielos.
Miedo a no poder mantenerse o valerse por una misma algún día.
Miedo a no poder pagar las facturas y a que la tarjeta pite "no hay saldo, no hay saldo" .
Miedo a vivir sola.
Miedo a la pobreza.
Miedo a la enfermedad.
Miedo al dolor.
Miedo a envejecer sin dignidad, en soledad, con deterioro.
Miedo a la soledad.
Miedo por los niños, miedo al mundo que les dejamos y, a veces, que les rodea. No miedo: terror es la palabra.
Miedo a perder la razón.
Miedo a tenerla.
Miedo a acertar.
Miedo a equivocarse.
Miedo de una misma.
Miedo a la oscuridad.
Miedo a que tu madre no esté.
Miedo a estar sola.
Miedo a no tener peso suficiente. Miedo de no haber amado al final de la tarde.
Muchos ahí todavía.
No es valiente el que no siente miedo.
Es valiente el que lo siente y aprende a vencerlo o a vivir, con cierta paz, con él.
Muchos ingredientes para un buen caldo, ¿eh? Quizá los miedos sean necesarios para enseñarnos a ser valientes, a tener confianza a pesar de todo. "Te basta mi gracia", le contestó Dios a San Pabló cuando éste se quejó de su "aguijón en la carne". Todos los miedos quedaron bendecidos en la noche de Getsemaní.
ResponderEliminarTe recomiendo la lectura de "Diálogo de carmelitas", de George Bernanos. Está publicado en Encuentro.
Muchas gracias Suso. Dices siempre la palabra adecuada, tienes el don de la oportunidad, de verdad.
ResponderEliminarVolveré a leer Diálogo de Carmelitas. Me encanta, tengo una edición creo que de Austral, esa antigua de colores en función de si es teatro, poesía, filosofía...pero si no lo encuentro... sé que está en Encuentro ;-)
Una cascada de miedos, Máster.
ResponderEliminarYo añadiría "Miedo a contar tus miedos"
Besicos, guapa
Hay muchos más, Sunsi, cada uno tiene los suyos y algunos comunes revisten "formas" específicas según las personas.
ResponderEliminarEfectivamente por no contarlos, o reconocerlos al menos, a veces se monta uno unas teorías de espanto y se acaba más esclavo.
No hay nada más verdadero que el miedo es lo más libre que hay (cada uno tiene el suyo)... y a la vez también es verdad que siendo libre en origen... como lo dejes ahí que se crezca te ata de pies y manos, inmóvil.
Bendito sea el miedo, como diría Suso, y bendita sea la confianza -más que el valor, listo que es Suso- que nos hace vencerlos.
Máster... añado este miedo porque es lo que hace que los miedos se hinchen como un globo. Quizá las mujeres en esto llevamos ventaja. Somos más propensas a desahogarnos con una amiga "del alma". Y, como por arte de magia, el miedo se dehincha un poco o bastante sólo por el hecho de expresarlo, de sentirnos escuchadas y, esto ya es para nota, aceptar un buen consejo.
ResponderEliminardenso
ResponderEliminarmuy denso
tengo que rumiarlo un poco más...
Con la narración de nuestros miedos les damos perspectiva... los dejamos fuera de nosotros mismos, y es entonces cuando podemos mirarlos tal y como son... no en relación a lo que nos hacen sentir... sino en tanto que son lo que son... sin agrandamientos...
ResponderEliminar... y es entonces cuando empiezan a ser algo más pequeños.
Luego, sin esos miedos dentro, uno empieza a ser más yo... los miedos siguen ahí... pendiendo de un hilo quizá... pero ya no son yo, están ahí afuera.
Lo necesario es que nunca nuestros miedos paralicen nuestra alma, nuestrso anhelos, que nunca consigan que dejemos de estar activos en nuestro caminar diario.
El miedo es enriquecedor, no así el bloqueo, la parálisis que a veces provoca ese miedo irracional por ilimitado... esa es la cuestión. Ese es nuestro talón de Aquiles.
Con permiso de la dueña y ya... que igual me hago pesada.
ResponderEliminarAna... narrarlos y achicarlos. Pero ¿tú crees que ya dejan de formar parte de nuestro yo? No sé. Quizá sí que lo miedos han perdido "defensas" y es más fácil combatirlos o, por lo menos, que no sea un lastre que nos encadene o nos inmovilice. Pero que dejen de formar parte de nuestro yo... Creo que no es tan fácil.
Saludos desde Tarraco. El mar ha mudado el azul por el negro. Y da respeto...
el miedo nace del desconocimiento
ResponderEliminarcuando sabes qué produce ese ruido de madrugada no lo temes
tienes miedo porque no sabes cómo van a usar su libertad tus hijos
tienes miedo porque no sabes si un mal aire te va a dejar tirado en la cama, inservible
vivr con miedo es terrible...
un poco de control, otro poco de confianza en ti, un mucho de confianza en el Buen Dios -y en su Madre- y saber que lo que tenga que pasar pasará, y que nos tiene que pillar cantando.
Decía el Nano que si te toca llorar es mejor frente al mar... pues eso, que llorar vamos a llorar, sin remedio, pero también sin miedo.
El miedo guardado en el trastero, vivo, pero no presente, porque si no nos paraliza.
Creo que el único temor que vale es el de Dios, y tampoco.
POR LOS PELOS
ResponderEliminarSólo soy un simple camionero.
Sólo puedo hablar de lo que me pasó ayer en Beirut.
Estaba yo con mi Volvo de 16 toneladas de carga, repletito de naranjas para entregar a una O N se qué.
Me pararon en un control descontrolado.
Eran 12 niños armados con Kalasnikov, niños de 12 años de gatillo ágil.
Tenían una barrera hecha con neumáticos michelín 70/12 (es decir, de tractores).
A mí se me pusieron los güevos en el galillo; así que como no tenía más narices que pasar por el control, me puse a rezar la salve rociera, más que otra cosa para prepararme para morir, con un cierto sabor andaluz.
Yo pensé que palmaría allí sin más remedio, y que cuando mis tripas estuvieran esparcidas por la cabina de mi volvo, esos pequeños hijos de su madre, se harían 20.000 naranjadas con mi carga, y se las beberían a mi salud.
Decidí que si iba a morir, lo haría con dignidad, más que otra cosa por una simple cuestión estética.
Así que cuando me tocó el turno, bajé el cristal, les entregué mi documentación, y proseguí con la salve rociera.
Para amenizar los momentos inmediatos a mi defunción definitiva, cogí un cd de Alejandro Sanz, y lo puse en la disquetera.
Aquellos niños me apuntaban con los Kalasnikov, y yo,con mis oraciones rezadas, me dispuse a recibir una ráfaga del 44, mientras escuchaba "Ella", cantada con gran sentimiento por el chico de Moratalaz.
Entoces ocurrió, uno de los niños, con un bigotillo incipiente, me ofreció un trueque: un cargador completo de su ametralladora, a cambio del cd de Alejandro Sanz.
El trueque se efectuó en medio de un gran silencio.
Aquel hijo de su madre, con el cd en una mano y el arma en la otra, lo dijo claramente:
"¡Avanti Alexandro".
Embragué, metí primera, y salí de allí con los pantalones mojados.
Por los pelos.
El miedo...¡vaya tema!.
ResponderEliminarA uno le da miedo el paso del tiempo, la caducidad, el deterioro.No me gusta eso de morir. No estoy hecho para entender eso.
De allí nace todo lo demás.
Creo que forman parte de nosotros, como el color de los ojos o del pelo.
ResponderEliminarLuego, con el tiempo, la educación y la vida, unos van y otros vienen.
En mi caso, suscribo casi todos; algunos superados, otros, no tanto.
La mayoría, se me ponen de pie todos los días de mi vida.
Cada juicio, cada clase, cada asunto encomendado, cada día .......
El truco del almendruco: p'alante, sin prisa, sin pausa, impasible el ademán y, en expresión de McD.-, "atenta la mente"
Con Dios.....
Ana, de acuerdo, es el bloqueo lo malo, no el miedo en sí, tan humano.
ResponderEliminarA mí me preocupa entender y respetar los miedos de los demás. Cada uno tiene los suyos en función de su trayectoria vital, educación y más cosas...
Un abrazo
Un beso Sunsi, amiga, hablar sirve, y callar también. Esos silencios de amiga...
ResponderEliminarToi, ayer hablaba del miedo con una persona que tiene hijos y me acordé de los que los tenéis y los "miedos" de padres, madres. Joé, mira, esos no los tengo yo y, a la vez, honradamente os admiro como admiro a mi hermano: tener el lógico miedo a que algo malo les pase... y seguir pa'lante sin sobreproteger... pero protegiendo.
ResponderEliminarJoé, qué equilibrio tan difícil a veces ¿no?
Driver- Diego, yo me declaro continuamente a los amigos y a mi familia (de vez en cuando de otra manera a algún otro, pero eso es otra historia ;-),
ResponderEliminarespero que entiendas esto como lo que es:
te quiero mucho.
Gracias por tu cuento y por ser como eres
Aurora
Suso, me pasa igual. Tengo miedo a la muerte pero es más a la oscuridad, al dolor -al paso de aquí pa'lla- a la soledad del momento, y a ese final de la tarde donde nos pesaran y nos examinarán de amor. ¿Daremos peso y amor suficiente?
ResponderEliminarYo no lo sé.
¡GUAU!
ResponderEliminarTipazo... vaya foto que has puesto, Aurora, qué mujer más guapa... o simplemente...qué mujer.
Lo de los miedos que te provocan los hijos yo más que miedos los llamaría angustias crónicas, que si no consigues domeñarlo te atenaza.
De hecho conozco madres -y padres- que prácticamente tienen a sus hijos presos, de sus propios y ridículos miedos, y eso es ser imbéciles y egoistas y joderle la vida a los hijos.
no solo hay que darles alas, sino enseñarles a usarlas, y luego no llorar demasiado cuando al fin las usan solos. Y se van.
Puede que tengas razón, Sunsi, que en cierto modo los miedos forman parte de nuestro yo, pero pienso que una vez narrados y compartidos ya no forman parte del yo esencia. Quizá cuelgan más del yo circunstancia.
ResponderEliminarSi somos capaces de sacarlos fuera y no dejar que nos paralicen, que nos dejen bloqueados, que nos dejen sin capacidad de decisión, creo que el yo que somos, sigue siendo libre, y si cabe, más genuino y auténtico.
... El miedo nos mide, nos da la medida de lo que somos, siempre.
Gracias Toi, siempre pienso que el sacrificio de Abraham... es un sacrificio de todo padre, de toda madre, de algún modo.
ResponderEliminarYo lo veo con mi madre. De verdad. Ahora porque es mayor y la cuesta. Pero bien que me ha dado alas.
Es una generosidad especial: poner mucho, casi todo de ti, y dejar que el otro, la otra, vuele. Es admirable siempre que lo hacen. Es triste cuando ves que no lo hacen.
Y gracias por el piropo, me faltan kilos y centímetros por todas partes, pero es que ha sido un invierno helador y me comí todas las calorías.
Ana, de miedos ya hemos hablado tú y yo. Cada uno tienes sus miedos y nos dan la medida de cada uno: qué razón tienes.
ResponderEliminarUn beso y que te espero a ti y a Anina (comiendo un huevo, patatas fritas y un caramelo que decía la canción)