He leído de un tirón el último libro de Felix Pérez Orive. Comprendo que el título echará para atrás a mucha gente: "Proyecto yo. Cómo ser director general de su propia vida". De verdad que es bueno, tanto como los anteriores "Un adios a la empresa" o "La lección imprescindible".
Bajo ese título de espanto, (con taparlo con un post it basta), Pérez Orive, que es interesante, divertido y abierto, anima a tomar las riendas, a ilusionarse y a trabajar por un proyecto propio que puede estar formado por proyectos variados: afectivos, profesionales, de ayuda a los demás, de mejora intelectual, lo que sea. Cada uno el suyo, los suyos.
Lo que Orive alienta a hacer primero es pararse a pensar qué quieres hacer con tu vida, algo que siempre es posible, y no sólo cuando tienes veinte o treinta años -que está tirado-, sino también cuando tienes cuarenta, cincuenta o setenta.
No se trata de meterte sólo en la rutina de hale, venga, pues ahora a trabajar, ahora a descansar, pues ya que estamos... Ya que estamos ¿qué? No. Hay que pararse. Siempre es posible parar y pensar. Ser un poco más consciente. Hacer las mismas cosas, quizás otras distintas, con una mayor consciencia y propósito.
Eso es tener proyectos: consciencia, conocimiento propio, libertad, vida vivida, no que nos pase por encima, horizontes, sentido común y trabajo. No es pura imaginación, sueños para pasar el rato, evasión.
Un proyecto impresionante lo tienen las personas cuando tienen hijos pequeños: sacarlos adelante, educarlos. Más adelante, es ir dejándoles volar solos, proyecto complejo donde los haya. Otro fundamental es el amor por antonomasia, hombre - mujer. Hay un proyecto común, pero hay otros individuales que la otra persona puede respetar, compartir o alentar en su caso, explica Orive. Me parece todo de mucho sentido común.
Tener proyectos no está reñido con el sentido común y saber quiénes somos cada uno. Para que un proyecto sea factible -no pura imaginación-, uno tiene que saber quién es, cuáles son su valores -de verdad, no los "oficiales"- y sus circustancias, todas. No hay que tener miedo, prudencia sí. Y hay mucho miedo.
Pienso a veces que más que la censura social -el qué dirán-, tenemos una censura interior previa, peor, que opera como un eficaz saboteador: "no puedes", "qué tonterías se te ocurren", "a estas alturas de la vida un cambio de ese calibre", etc. Lo sé porque ante un cambio mínimo como irme a vivir sola y al campo he tenido que lidiar mucho internamente hasta que me he atrevido a dar el paso. No son los demás: es uno mismo la mayoría de las veces.
A veces resulta cómodo echar balones fuera y pensar que es por los otros, muy queridos a veces, por lo que no seguimos un proyecto, una ilusíón, la que sea: suele ser una mentira, una coartada perfecta para nuestra falta de agallas y nuestros propios demonios interiores. Es humano, pero conviene darse cuenta. A veces imaginamos un proyecto imposible precisamente para no llevar a cabo los que sí son posibles pero cuestan. Y seguimos con la queja, con la insatisfacción velada o abierta. O como Antoñita la Fantástica, otra confortable opción.
Leí ayer en algún lugar que mejor no tener expectativas muy altas, no ilusionarse demasiado, no vaya a ser que luego no salgan las cosas. Creo que esto se logra más que "frenándose" para no poner demasiada carne en el asador (no vaya a ser que se queme), diversificando nuestros proyectos. Repartiendo los huevos en varios cestos. Eso ya permite a veces modular las expectativas, que quizás no son altas, sino equivocadas.
Tengo la sensación de que a veces le pedimos a la persona que tenemos más cerca lo que ella no nos puede dar, al trabajo una satisfacción que no siempre es posible, a nuestra familia lo que tampoco está en sus manos.
Creo en general que lo que queremos las personas es que nos quieran y querer. Se pueden hacer las cosas más peregrinas y raras para lograrlo. Por eso sé que los proyectos más importantes son los afectivos: amistad, amor, familia. Sin ser totalizadores son básicos, es mi opinión.
Tener proyectos no significa no vivir con lo que cada día te trae: mucho, poco, malo, bueno, regular. Es intentar elegir y dirigir qué tipo de vida queremos y podemos llevar, sabiendo que hay libertad y muchos elementos que no podemos ni debemos controlar, por supuesto. Y que Dios existe y junto con su amor, permanente, nos da la inteligencia y la libertad, ambas.
Máster. Me he leído los dos posts de tirón. No has dejado cabos sueltos.
ResponderEliminarMuy buena la idea de los huevos en cestos distintos... para tiempos distintos.
Pensaba en mi etapa. La de ayudar a madurar a mis hijos. Éste es un proyecto, pero es un proyecto que se proyecta hacia ellos, que a su vez empezarán sus propios proyectos e, inevitablemente, se independizarán. Inevitablemente y gracias a Dios. Imagínate que sólo tuviera éste...o todos fueran proyectos que se proyectan en "otros"... Llenar con un proyecto todas las dimensiones de nuestro ser.
Qué post, Máster. Completísimo.
Casi que lo vuelvo a leer... Da para reflexionar ... mucho. Un artículo de cabecera. Gracias. Me ha servido mucho.
Besos
Gracias Master, guaggg, ¡qué lección de vida!. Me ha gustado todo menos los dos últimos párrafos, será que yo soy soñadora y no me importa darme un hostión. Apuesto fuerte, Master, si pierdo no pasa nada, seguiré viviendo y encantada de haberme conocido.
ResponderEliminarYo acabo de empezar, como tú dices, a mis treinta y pocos. Dicen que a esta edad puedes reinventarte las veces que quieras. Yo creo que a ésta y a cualquiera.
PD: Tengo una curiosidad. Perdona mi ignorancia pero, ¿qué hace exactamente un consultor?. ¿Me lo podrías explicar en cristiano, sin demasiados tecnicismos?. Gracias.
Gracias a ambas.
ResponderEliminarUna sola precisión.
No sé nada, pero nada, y si parece que doy lecciones, perdonad, nada más lejano. Sólo sé que me gusta vivir, que tengo recuerdos y muchos proyectos, algunos no me salen y me duele, otros me salen genial, demasiado bien. Como todo hijo de vecino ¿no?
A los 30 te da para reinventarte 7 veces. Los hijos sí que son proyectos, Sunsi, no soy capaz de envidiar a nadie en mal plan, en el bueno sí: es el caso. Me encantan mis cartas y mi prado, pero no soy idiota.
Consultor: empresa -PWC, KPMG, Cap Gemini- o individuo (o pequeña empresa) al que contrata otra empresa para que le ayude. Esto es, le diga, habitualmente, lo que ella ya sabe que pasa en su empresa pero si te lo dice un 3º y cobra... parece como que lo dice alguien independiente y cualificado (en fin...)
Algunos consultores más allá de decirte "´qué tienes" te dicen "qué hacer"... y los megaguay se quedan a implantar contigo la solución, a acompañarte en el proceso.
Resumen: cara dura el 90%. Intento estar en el 10%, no siempre lo consigo.
Muchas gracias por la explicación, Master; de verdad que ya no podía vivir sin entenderlo. Que una es curiosa y, ya sabes, la curiosidad mató al gato.
ResponderEliminarHombre, pues no está mal tener un consultor supermegaguay que te ayude a mejorar tu empresa. Desde luego, también podrías extenderos al plan privado. Me parece que eso se llama coach, ¿no?. ¿Es lo que tú te estás preparando?
Saludos y gracias.
Me voy a comer cocidito madrileño, chatinas, que me ha salido requetebueno :D
Máster, te pido si puedes ser la tía adoptiva de mis cuatro adolescentes. ¿Puedo? ¿Quieres?
ResponderEliminarTe pido,por favor, si puedes ser
mi consultora para poder ser más objetiva cuando intento ayudarles.
No podría encontrar una cabeza y un corazón más buenos.
Te pediría más cosas pero temo ponerme excesivamente sentimental y terminar llorando o haciendo que llores.
Así que... ¿Aceptas?
Acepto ser tía adoptiva, encantada: me gustan los deportes de riesgo, me gustan los adolescentes. Están convocados a: subir la Maliciosa, montar a caballo o burro, hacer water rafting o lo que les mole. Lo mío son las Relaciones Públicas y el entertaiment, ese apartado -tan fácil y tan divertido- se me da bien.
ResponderEliminarPero consultora de padres ni harta de vino. ¿Cómo se te ocurre que yo voy a saber algo de esto? No tengo ni idea.
Tengo cara, pero no tanta.
Amigas lo que quieras: hombro, oreja, refugio o incluso spa. Barman también, quiero y puedo ser tu barman, Sunsi.
Pero decirte yo a tí -a nadie- qué hacer como madre, es que ni se me ocurre. Jamás. Me supera, totalmente.
No te creas, Máster. No es necesario ser madre para para dar un buen consejo.
ResponderEliminarLos mejores consejos sobre el tema me los han dado dos personas que no son madres. Eso sí, son personas con mucho corazón, con un alma grande ...
Gracias por todo.
A veces hay que tener incluso la tentación de lo imposible...
ResponderEliminarPero en todo caso es bueno coger las propias riendas y no atribuir a los demás ni nuestros fracasos, ni nuestras frustraciones, ni nuestros aciertos.
Bienvenido a mi blog, Friar, estás en la casa de una amiga. Gracias por comentar.
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