martes, 21 de octubre de 2008
E de envidia
Vengo hecha una furia. Presentación de un libro, digamos que del poeta Jaime, pongamos que hablo de Madrid. En la universidad: su cátedro, otro señor muy conocido y que representa algo muy importante, el poeta y yo.
Jaime es profesor, pero sobre todo es poeta. Bueno no, es profesor a partes iguales: quiere a los alumnos. Esto los alumnos lo saben. Se nota. Se siente. Conecta con ellos. Ellos conectan con él. Qué bien ¿no? Qué suerte ¿no?
Llego demasiado pronto y compro otro libro de Jaime, no el de la presentación, que me lo leí de cabo a rabo ya y varias veces.
Me emociono ahora con el pequeño libro de poesía, el que no conocía, no en vano fue finalista de un importante premio.
Ultimamente me emociono más, no sé, es la edad. Me emociono con los niños, con los curas, con los poetas (Driver entre otros), con las embarazadas, con los amigos, las películas y el telediario. Debo de estar ya muy mayor.
Veo a los padres y a un par de hermanas de Jaime, encantadores todos, a apoyar vienen, a eso venimos ¿no? La sala vacía se llena de repente de alumnos, a rebosar, increíble en un acto de éstos. Jolín, que suerte. Me alegro un montón. Fuerte y cerrado aplauso natural, no impostado, de los alumnos cuando Jaime entra. Y de repente empieza el cátedro. Hemos cometido el error del siglo, qué torpes son los alumnos. "Bueno, bueno, este aplauso que recibe Jaime pues no se le puede dar antes...". Se oye un leve silbido.
Dios mío, con todo el equipo nos hemos caído, un error imperdonable: ensombrecer a un cátedro con una tímida luz de poeta que ha escrito un libro, vaya por Dios. Si fueras listo, o un poco magnánimo, o quizás te hubieras leído bien el libro, que es lo primero a estos efectos, te hubieras dado cuenta: no te hace sombra, bobo cátedro. Pero no, hay hombres que han bailado con la más guapa de 40 -cuando tuvo 20- e incluso con la de 30... pero no puede permitir que otro hombre baile ahora con la adolescente rubita de ojos azules, cañón. Es un decir, Jaime no baila. Hay cátedros que no soportan no ya el éxito académico -ya se ocuparán ellos de hacer parecer que es "suyo", de la "cátedra" y no del doctorando o lo que sea- sino el éxito afectivo, del calor y cariño de los alumnos. Ni ese, es superior a sus fuerzas.
Pues lo siento, hombre, pero ha sido por goleada. Y has quedado a la altura del betún, tonto y pequeño. Jaime es un poeta y es bueno. Pero yo no lo soy y tengo ya muchos años: eres un miserable. Y por lo menos tengo este blog para desahogarme y carezco de la elegancia de Jaime. Encima te has permitido luego el lujo final de decirles a los alumnos "cuándo" tenían que aplaudir (cuando tú lo decides ¿no?) y de decirle públicamente a Jaime qué libros debiera escribir. Debe de ser que el pobre no lo sabe. Vamos, anda. Hombre, por Dios, que no es un acto académico puro y duro de una tesis doctoral, de un manual, es una presentación de un pequeño libro que, insisto, no se puede comparar a otros. Y no te ensombrece, idiota, es su luz, la de Jaime.
Pero hay gente que no entiende que la luz de otros no va a ensombrecer la propia y que cada persona tiene una, distinta, diferente. Ni mejor ni peor, sólo suya. Y que hay luces que van a alumbrar mejor, cual es el caso, por ejemplo, a gente más jóven. Y a ti ¿qué? Debería alegrarte, no entristecerte. Pero hay veces que como a San Pedro dan ganas que Cristo vuelva a repetir refiriéndose a San Juan: "Si Yo quiero que éste se quede aqui, ¿a tí qué?" Cuánto San Pedro, cuánto perro también queriendo mear siempre por encima: yo, yo, yo, estuve aquí. Que se note que es mi cátedra, que se note que este chavalín está bien intencionado pero no... yo, yo soy el que sabe de qué va esto, yo, yo, yo. Y si el otro acierta será por mí, y si hace algo distinto y que tiene éxito y que ni por asomo yo podría, ya estoy al quite para minimizarlo. Miserable. Pues no. No podrá ser, cátedro ilustre, lo siento. Este libro u otro de Jaime lo leerán los alumnos y les gustará más o menos, casi es lo de menos. Pero seguro que lo compran, fíjate tú lo que te digo, sin que sea el tuyo que por obligación tienen que adquirir, apuesto una cena a ello.
Y lo que es más importante, Jaime, el cariño de los alumnos. Ese ya lo tienes y te lo ganas día a día con las clases y algo más. Otros tienen la cátedra.
Estoy segura -ha sido un pequeño detalle muy revelador el de hoy- que te las van a hacer pasar canutas, como es habitual en la universidad española. No porque tú no vayas a hacer una tesis brillante o lo que sea: porque tienen que tenerte debajo de su bota, debajo no de de su sombra protectora y de aliento, sino con el temor que hoy hemos visto de que alguien, un poeta de apenas 30 años, pueda ensombrecer al cátedro, gran cátedro.
Entré emocionada con la poesía de Jaime y pensé que iba a llorar en mitad de la presentación. No sería la primera vez que me pasa, me conozco. Pero el cabreo actuó a la contra: me envalentoné. Y sono todo quizás no con el cariño que yo quería transmitir a Jaime, sino como un puñetazo a mis dos compañeros de mesa en plena nariz, al menos como una fuerte colleja, al otro también. Por otras razones: tú tampoco has venido aquí a hablar del libro de Jaime, tú representas no sé qué muy importante y vital que me puede parecer bien, pero que no era el libro. Pero eres también chiquito, te lo digo a tí también. Y no te has leído el libro: se ha notado. Y quieres dejar claro que tú tienes las cosas claras, no vaya a ser que aquí falte la "doctrina": eres un lelo.
Veníamos a hablar del libro de Jaime, ¿a qué viene la gente a estas cosas? ¿A lucirse, a predicar, a hacer apostolado, a evangelizar a estos chicos que no se enteran, a dar testimonio? Vosotros a lo vuestro, perdonad, pero es lo vuestro al final. Yo no me creo que sea una causa, sois vosotros, personalmente quienes queréis luciros. Todo lo demás es un medio, todos los demás son medios.
Leí mi presentación, dicha a trompicones, me hervía la sangre por dentro, dando gracias a Jaime porque había hecho un libro bonito . No soy tonta, no es un libro magistral, pero en su humildad y sencillez es precioso, lo es, no hace falta decir lo que no se piensa, nunca lo hago. Pero hace falta decir lo que la gente es, que es ya mucho. Habla su libro de la familia de otro modo, diciendo cosas que al final nosotros, la gente "normal" nos decimos todos los días pero de otro modo. A través de retazos de literatura, poesía, entrevistas con actores, poetas, etc. Algo diferente ¿no? Y propone que la belleza y la protección al más débil -no sólo lo "normativo"- tienen que formar parte de esa renovación. Los artistas hacen lo que la gente normal hacemos y lo ponen en bonito, pero nosotros lo decimos también, lo hacemos del modo original sobre el cual se inspiran esos artistas, ¿cómo no sois capaces de verlo? Es la poesía la que hila, no es la puñetera norma solo. Y con tochos infumables y gente cursi se repele.
Tenía un cabreo que se notaba, sé que se notó, ahora casi espero que se notara. Dije lo que tenía preparado, no cambién ni una coma, pero estaba furiosa. Dije que la familia nos salvará de los cursis a derecha o izquierda. Juro por la memoria de mi padre que no conocía al cátedro ni al otro. Yo no sabía qué iban a decir ni cómo, pero sé que di en diana por chiripa: los dos eran, son, unos cursis de espanto, cuando los tuve delante me di cuenta, pero fue una casualidad o no, quién lo sabe. Espero ahora que pensaran que aludía a ellos. De verdad que ahora lo espero.
Es posible que todo sea cuestión de personas que, como todos, podemos no dar el 2 a veces: a todos nos pasa. A mí también: todos los días meto la pata hasta el cuello. Es posible que, como en la familia, no estemos siempre a la altura de las expectativas en la vida familiar y académica. En un acto como éste también. Yo sé que al final también la he fastidiado tal era mi indignación. Perdóname, Jaime.
Pero es posible también que haya algo más allá: un sistema, una estructura, la propia universidad española, instituciones varias, el establishment, yo qué sé, que premia al miserable y lo encumbra. Y machaca al poeta, al diferente. Al que conecta con los alumnos y dice las cosas de otro modo: su único pecado, el que no se puede soportar.
Lo dicho, Jaime, tú eres un caballero y no has escuchado mi cabreo del 10 por teléfono cuando me has llamado para darme las gracias. No podía, se me llevaban los demonios, no soporto la envidia, me pone enferma. Tendrás siempre un plato en casa de tus padres, otro en tu casa, pero en la mía, en la mía, también. Siempre. Que les den, y no precisamente morcilla.
Espero que el cabreo que te acabas de pillar en la universidad se te pase con este cuento.
ResponderEliminarTambién pasó en la universidad.
Acabé como siempre.
Con las manos llenas de grasa.
EL ARTE DE NAVEGAR ENTRE ASTROS.
Conferencia de Pedro Duque, astronauta español.
Universidad Politécnica de Madrid.
Escucho una compleja disertación sobre la técnica empleada por los humanos para navegar por el sistema solar. Una especie de partida de billar, donde las bolas son los astros, el tapete el espacio, las naves espaciales la bola negra y las leyes de la mecánica la explicación al movimiento.
Salgo al aparcamiento y me encuentro al conferenciante con una rueda pinchada.
Le ayudo a cambiarla.
Acabamos los dos con las manos llenas de grasa.
Le pregunto cómo se ve la Tierra desde el espacio.
...
Se le iluminan los ojos.
Me cuenta el momento más feliz de su vida.
A trescientos cincuenta kilómetros de altura. Orbitando. Escuchando a Vivaldi.
Me dice que la Tierra se ve como una burbuja azul que flota en el cosmos. Que el agua domina el conjunto. Que la desembocadura del Nilo es un cuadro impresionista. La costa este americana por la noche , un baile de luciérnagas. El Mediterráneo, verde y azul a la vez. Los Alpes reflejan luz. Arabia es una manta amarilla con motas verdes. Amazonia un estallido.
Y no hay fronteras.
...
Apretamos la última tuerca. Pedro se marcha a su casa, feliz con sus recuerdos.
Yo sigo conduciendo.
Gracias Driver, me encanta.
ResponderEliminarNada de este estilo me dura más de 10 minutos, lo de fuera, digo la cosa pasional de cabreo externo. Lo de dentro en cambio queda: es + profundo, por eso queda.
Venga, a por la grasa, a nuestra autopista, atención amigo conductor que la senda es peligrosa...
¡qué gusto que hay poetas y gente que ve las estrellas y el mundo chiquito, y yo con mi Xara y tú con tu camión! ¿no?
Nos movemos.
ResponderEliminarDESDE MI CABINA
Conduciendo un camión, veo el mundo mundial desde una posición privilegiada.
Parece mentira, pero el ruido de mi máquina me obliga a aprender mucho de los gestos de las gentes.
Gestos: manos de transeúntes que se mueven al ritmo de la samba, gasolineros que hacen de la cadencia un ritmo habanero, moteros que se cruzan y me indican con una curva de su trayectoria lo que me voy a encontrar a 350 metros...
Y como no el cara a cara, la verdadera historia del mundo.
Esos ojos verdes azulados de la camarera que me vuelven loco; esa nube de polvo del autobús dos curvas por delante; esos amaneceres en cualquier latitud.
He aprendido muchas cosas observando, pausadamente.
Y lo que más me llama la atención de todo, es que a los farsantes, a los embusteros, los localizo por su falta de movimientos; por sus gestos crispados y contenidos.
Se creen muy seguros en su pedestal de poder y prosperidad.
Pero su inmovilismo les delata.
Todo lo que está vivo, es orgánico, se mueve y transmite.
Saco la mano por la ventanilla, siento la poderosa brisa de esta primavera incipiente.
Amigo, no cambio esto por nada.
Nos movemos.
En Xara, en camión o sobre un teclado.
"Master", entiendo tu cabreo, me figuro la cara y la voz que tenías. Estoy escuchando tus palabras, tu timbre, tu mosqueo alucinante.
ResponderEliminarYa sabes, los globos van pa'arriba porque están llenos de helio. Lo dices a menudo.
Dicen que la crisis es de la subprime. ¡¡Y una leche!!
La crisis la provocamos todos con nuestra avaricia, nuestra envidia, nuestro rencor, nuestra desconfianza, nuestra mala baba, nuestro mal ganar y peor perder.
Un abrazo.
No se si el problema es de l E de envidia ... o sólo de la E de Envidia; tal vez lo es también de la E de EGO. Hay gente con un ego enorme y eso les ciega, porque solamente se ven a sí mismos.
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