domingo, 1 de septiembre de 2024

La casa


Hace casi un siglo un médico compró una casa en un pueblo a pocos kilómetros de la ciudad donde trabajaba, un caserón de ladrillo bastante imponente. 

Siete hijos tenía. Y una mujer que mandaba mucho, como pasaba (y pasa) habitualmente. 

Chicos pescando y cazando antes de que comenzara la guerra. 

***

Suelos de barro con azulejos en medio. Los chopos o álamos blancos, la casa de Teresa, la casa más arriba de los aperos, la era. Grandes ventanas de madera. El espejo colgado en el techo en el que te veías de camino a la cocina. La fresquera. La despensa. Los muebles del comedor de auténtico estilo remordimiento (castellano o español). 

Y aquel pilón, que luego fue piscina y que hizo el abuelo para que tuviéramos cómo refrescarnos mejor cuando íbamos creciendo. Reflejos en el agua. 

***

22 primos. Risas. Carreras. Confidencias. También algún aburrimiento veraniego, tan necesario siempre. 

Tres mujeres listas y buenas que siempre supieron  convivir y llevarse estupendamente. 

Cuatro hermanos que se quisieron entrañablemente. 

Tres generaciones en una misma casa y un cuarto de baño. 

Aquellas "olimpiadas", aquellos "entrenamientos", el tenis -a muerte- y el ping-pong (jugando a metro y medio de la mesa, unos expertos). 

Canelones para un regimiento. El tomate con sal y aceite. Las moscas, sí, muchas (y tábanos, y pinchos -"pesetas"- que te clavabas si ibas descalzo). La piel reseca, ese agua dura. 

La tormenta en verano, el rayo que cae. Las campanas tocando a incendio. Las mañanas de domingo. Andar hasta "Los escoceses". Las bodegas. La tienda de Isaac en la plaza del pueblo. Y, por supuesto, las fiestas del 8 de septiembre con vaquillas. Pandillas.

Y cantar siempre. 

***

Crecer con amparo sabiendo que te quieren y que eres querida como eres. 

Cumplir años. 

Ver a tus padres cada vez mayores. Cada verano se hace más patente la vejez; primero, la ajena; luego, la propia. 

Alegrías. Nacimientos. Ausencias. Muerte. 

***

Una casa así es mucho más que una casa. 

Con agradecimiento y bastante melancolía. 

Ha sido una despedida como merece, comiendo (bebiendo) y cantando. 

3 comentarios:

  1. Qué belleza esa casa, ya eterna. Eterna. Volveréis todos. Para siempre.

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  3. Qué lugar tan maravilloso, y qué suerte de tenerlo. Mi familia tuvo uno así, Pero en mi caso, cuando nací (soy el primo 19 de 23) ya se había 'independizado' cada hermano. Aun así la mantuvo mi tío y seguimos disfrutando de ella, no tiene mucho que ver en el aspecto, pero el recuerdo sí es idéntico al tuyo. Con música del último disco de Abba.

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