jueves, 12 de agosto de 2010

El hermano de la peluquera

“Ven aquí, que te voy a cortar el pelo…”

Mi hermano Juan se deja hacer mansamente. Le llevo dieciocho meses y es todavía muy pequeño. Hace los tres años en noviembre.

“Espera, que me falta de aquí…” Voy dando la vuelta a su alrededor, él muy quieto, muy prudente.

Antes yo le corté el pelo a la muñeca, pero no fue suficiente. Luego me he cortado mi propio pelo, pero es difícil hacérselo a una misma, no ves bien el resultado por detrás de la cabeza. Mejor a otro ser humano que se deje y que no proteste. Y Juan es bueno y no se mueve. Sigo “tras, tras, tras…” Me gusta el sonido de las tijeras y ver el pelo cayendo al suelo.

De repente mi madre aparece y pone el grito en el cielo. Me da un par de azotes.

“¡Te he dicho que no se cogen las tijeras!, ¡podías haberle dejado tuerto a tu hermano!…”

Lloro porque me han pillado, pero no porque me duelan los azotes ni porque me arrepienta. A los 4 años no existe aún el arrepentimiento. Además estoy francamente contenta porque puedo cortar el pelo, es divertido, sólo hay que ponerse a ello.

Anduvimos los dos hermanos con trasquilones un par de meses. Varias fotos de ambos ese verano en Boecillo, con mis primas y sus trenzas largas, mi envidia, con mi padre de la mano mirándonos con ternura, dan fe de mi corta carrera como peluquera.

10 comentarios:

  1. Delicioso retrato de las pequeñas travesuras infantiles, extrapolable a cualquiera de nosotras, quien no ha intentado peinar, rizar, o cortar, el pelo a algún familiar que no sabÍa de antemano los peligros de este intento de peluqueria casera?
    Suerte que siempre hay quien vigila la integridad física de la víctima.
    A los cuatro años y sin sentimiento de culpa alguna, ni pensar en arrepentirse, claro, y seguir trasquilando a quien se deje...es una gozada!

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  2. jajajaja ¡¡madre mia menudo estropicio podias haberle hecho si no te llegan a interrumpir!!

    Cuando yo tenía unos tres años, mi madre y mi tía decidieron entre las dos cortarme el pelo. Las dos cortando a la vez, una se pasaba de corto, así que la otra itentaba igualar, y al hacerlo, se le iba la tijera de nuevo. Resultado: tuve que llevar gorrito durante varias semanas hasta que me creció el pelo de nuevo, porque ¡¡Tuvieron qe raparme la cabeza para arreglar aquello!!

    Todavía estoy en Santander, empiezo las prácticas en septiembre así que iré a Madrid a fianles de agosto. Y sí, como no, sigo con la lectura y la escrtura, ¡¡eso no se deja nunca!!

    Un beso,

    Irene

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  3. Pues igual hubieras podido seguir y hubieras hecho una gran carrera. Es cierto que resulta fascinante el sonido de las tijeras al cerrarse y ver cómo cae el pelo al suelo

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  4. muy bueno!!! da para toda una serie eso de las travesuras infantiles, cortas, tajantes, sin moraleja aparente.!
    saludos
    tania jose
    www.albinovino.com

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  5. Yo me corté el pelo un millón de veces de canija... qué tiempos! Es ahora cuando no me dejan!

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  6. Montse, y alguno hay que quería sacar muelas a los hermanos ocmo hacía su padre (dentista), un abrazo.

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  7. Lo de igualar tiene ese peligro, Irene, que al final al 0, ¡y tus rizos negros esos NO TE LOS CORTES! Un abrazo, tenemos que hablar de qué hemos leído cada una este verano...

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  8. Miguel, cualquiera sabe dónde está la felicidad profesionalmente hablando, peluquera no, pero todo lo de cremas, masajes, etc... la estética, que dicen, me encanta: las señoras salen contentas, relajadas, no es tanto lo que hagas, sino esa media hora o lo que sea que están así , siendo cuidadas... ME parece un trabajo muy gratificante...

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  9. Bienvenida Tana, estás en tu casa, buena idea lo de las travesuras... Un abrazo y gracias.

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  10. Yo sólo 1: a la muñeca, que se me ha olvidado ponerlo, luego a mí y luego a mi hermano. Y esa fue mi corta carrera como peluquera, un desastre.

    Y luego a un novio mío mientras dormía como venganza...

    ...
    ...
    ...

    Es una buena venganza ¿verdad?. Si tiene pelo, claro. Que se levante y está hecho un cristo y se da un susto al mirarse al espejo.

    Se me acaba de ocurrir un cuento (porque no es verdad, por Dios, no soy tan mala)

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