Todo es mejorable siempre. En la forma, en el fondo, en la
estrategia, en los mensajes, en el tono o tonos. No todo ni siempre tiene que
ser en el mismo tono, desde luego. Todas las personas pueden equivocarse o hacerlo mejor, no tengo duda al respecto.
Pero a veces, dan ganas de poner el cartelito ese que ponen
los obreros:
“Perdonen
las molestias, estamos trabajando”
Los obreros. Insisto: los obreros. Esos que hacen respingar
a algunos, a algunas, porque no tienen
las formas que debieran. Hacen ruido,
levantan polvo y son una auténtica contrariedad que quiebra nuestra paz urbana
o doméstica. Y silban a las chicas, eso también, por supuesto.
Yo entiendo que a todo el mundo, a mí la primera, se nos pueden
ocurrir a toro pasado o hasta previo mil ideas y sugerencias constructivas de
lo que debería y no debería hacerse o haberse hecho. Bueno, algunas más
constructivas y otras menos. Aunque vistos los cojones, con perdón, macho.
Pero quizás uno debiera empezar por lo que uno, una, ha hecho o, sobre todo, no ha hecho. No los demás, uno. No
sólo lo que podría haber hecho mejor, que desde luego, sino simplemente lo que no ha hecho. O lo que no ha
dicho. O lo que debiera haber dicho de otra manera para poder convencer en
buena lid. O lo que no ha escuchado o no
ha querido escuchar. Mea culpa mil veces.
Todos podemos ser fans no sólo de terceros –horror, fuera hooligans o fans, una peste-, sino de nuestro
propio criterio. O tener una camarilla de modo que sólo escuchas a los que te
rodean. Con todo eso de acuerdo. Sucede y, con humildad y algo de tiempo, puede tener remedio.
Pero es que, a tenor de algunos comentarios y tuits recientes sobre Vox y otros temas, echo de menos esa cosa ejemplarizante que es ver a alguien arriesgar algo: su fortuna, su
trabajo, su tiempo, su reputación, etc. Y con eso que tiene –lo que sea- presentarse
a la batalla cultural que está en el
fondo y es la que importa realmente. La batalla política (mucho más la electoral) es
secundaria, aunque por supuesto necesaria.
Y con ese presentarse a la batalla... perder una vez y otra. Perder. Perder. Perder un cliente, un
puesto de trabajo, un ascenso, una promoción, que alguien te contrate, etc.
Perder algo, hasta dinero o simplemente tiempo. También amigos o ser recibido
en algunos ambientes.
Lamentablemente, no ha habido en España muchos “intelectuales”
–vamos a llamarles “selectos” o “puros”, que también el nombre les cuadra
perfectamente- que, o acudan a esa
batalla cultural –a alguna batalla, francamente-, o la presten en las últimas
cuatro décadas. Con algunas heridas importantes, señal de que se estuvo allí,
batallando a pecho descubierto, no cómodamente sesteando.
O pérdidas o heridas, no sé si me explico.
A los que las tienen, unas y otras, mi admiración y respeto,
señal de que han batallado. Pero no encuentro que sean muchos. Y no son los que
dan lecciones precisamente, que han sobrevivido estupendamente, como corchos flotando siempre.
Miro a las universidades, todas, públicas y desde luego a las privadas,
y no parece que la labor que vienen haciendo muchos que enseñan sea tan excelsa.
Digo a los efectos de lo que hoy tenemos: esos chicos tan bien formados, con
tantos master y con tantos idiomas. Si no, no estaría el país como está. Pero por
goleada está como está. ¿Es posible que no hayamos hecho lo que tendríamos que haber hecho? ¿Es posible que hayamos preferido la reputación, la fama, el ranking o lo que sea a caer mal, a no tener "éxito" (=dinero, reconocimiento, que te ajunten, etc.)?
Ya. La gente es libre, desde luego. Y con lo que enseñan padres,
profesores o maestros, uno hace lo que quiere. Pero no me atrevería yo a dar
muchas lecciones en estos momentos a esos obreros
(que tan torpes parecen ser, oh, cielos) ante la cobardía institucional, personal y durante tanto tiempo, estructural podríamos llamarla, de quienes supuestamente están ayudando a pensar “críticamente” a
las nuevas generaciones. Ja.
Perdonen Vdes. De muchos de Vdes., no todos, naturalmente,
ni media lección. Y si la dan, pierdan algo. O dejen que les hieran.
Claro. Sería estupendo tener a Esolen y otros (que, por
cierto, pierden puestos estupendos en
universidades estupendas por, oh, atreverse a algo que aquí no se atreve ni el tato: no
estar de acuerdo y decirlo. Y que te echen. O irte tú: irte sencillamente). Pero no es el caso. Lo
siento. Ninguno es Esolen. Y ninguno es Hadjadj tampoco.
Hay poquito riesgo, poquita valentía intelectual, en la universidad en España. Y hay pocas
batallas dignas de mención, salvo las de los departamentos, que son peleas, no
batallas. Sí, así estamos: se han sustituido batallas por peleas barriobajeras
(sobre esto volveré próximamente, porque no es sólo en la universidad,
lamentablemente, y tiene algo que ver con el tema).
Perdonen pues, como decía, esas molestias que les pueda
causar todo esto: el ruido, los andamios, etc.
No era la intención de los obreros molestar la
plácida quietud de algunos departamentos. Sigan como los jubilados mirando por
el agujerito de la valla y diciendo qué no debe hacerse o cómo debe hacerse mientras ellos cargan y
se manchan, naturalmente. Si muchos de Vdes. hubieran hecho su trabajo, ahora
no habría obreros haciéndolo tan mal,
que es, créanme, como buenamente saben y pueden, con el temple que tienen (y sí, es algo muy necesario y no siempre se tiene).
Disculpen una vez más por las molestias, lo lamentamos.