viernes, 29 de abril de 2011

Guión, vida (es decir, conflicto)

Repaso las clases de Pedro y Javier. Desde luego el guión de una película o de una serie no es menos complicado ni más fácil que una novela o un cuento . Tengo que hacer deberes, no me ha dado tiempo, llevo mucho retraso.

El conflicto, siempre el conflicto, sin conflicto no hay guión. Ni vida, pienso, es igual. Una de las guías de Alba para escribir novela trataba de lo mismo, "Cómo diseñar el conflicto narrativo", tela.

El miércoles analizamos un capítulo de "Friends". Gustará o no gustará, pero, como dice Javier, el guión de esa serie es un mecanismo de relojería perfecto, me encanta. Construcción de cada acto, los puntos de giro, términos nuevos y técnicas propias, luego el diálogo, encima hay que escribir diálogos, te mueres... Qué diálogos tan buenos tiene "Friends", frescos, ágiles, estupendos.

Tengo que pensar visualmente y me cuesta más de lo que creía. Sigo pegada al modo que tengo de escribir novela o cuento que, encima, no son buenos, párvula en todo, horas que me faltan echar, y mira que lo intento. ¿Demasiadas cosas entre manos? Puede.

Tramas y objetivos de los personajes, trama principal y secundaria, quizás alguna que podemos calificar de relleno. Objetivos. Objetivos. Cada personaje tiene un objetivo que consigue o no real o aparentemente, clave también en un guión. Interesante esto.

Lo disfruto todo como una niña, pero sé que no trabajo lo suficiente. Quizás es un conflicto ¿O la falta de tiempo es solo un problema y no un conflicto? Son conceptos diferentes…

Veremos “Sonanmbula” de Fernando Spiner hoy en la Factoria del Guión. Pedro lo recordó el otro día. Yo no había visto “El día de la marmota” –aunque la vi en su día-, había que verla la semana pasada. Como cada viernes, nos toca una película sobre la que luego se trabaja, sin ello no se hace el curso bien. No hay aprendizaje sin exigencia. Pero la falta de tiempo es un conflicto ¿o solo es un problema? ¿Y si fuera una excusa simplemente...?

Bueno. Me voy al campo a escribir, tengo que escribir, quiero, lo necesito...

Si el jardín, el tejado y el dinero me dejan. Lloverá, dicen. Bien, eso espero.

jueves, 28 de abril de 2011

Novio a la fuga (o no hay que fiarse de nadie)

Feliz de presentárselo a su familia. “Ya era hora” dijo alguien. Se alegraron mucho todos, lo natural en estos casos. Fiesta de cumpleaños, nada menos que 50, como para no celebrarlo. Comida en el jardín, quince invitados y dos cochinillos encargados que había que recoger en las bodegas cercanas. “Cariño, muchas gracias por ofrecerte para ir a buscarlos, no sabes el favor que me haces…” Confiada le dio su tarjeta Visa y su clave, nunca tenía dinero a mano. Ella se quedó preparando las ensaladas. Dieron las 2, luego las 2.30. Las 3 sonaron en la campana de la iglesia de San Cristobal. “Tranquila, prima, acabo de dar aviso a la benemérita para que detengan inmediatamente a un sujeto con pinta de vasco que conduce una ranchera con la bandera sudista en un lado, dos tostones en el maletero y una tarjeta robada”.

miércoles, 27 de abril de 2011

De cafés, balanceos y mala leche

Vuelvo a la lectura en la residencia, somos siete hoy, muchos menos. Seguimos con otra de las estancias de “El bosque animado” que tanto nos entretiene. Después –sin acabar, pendiente para el próximo martes- el cuento de "Manín" de Clarín, un vago muy simpático que te da pena. Y luego el inicio de “Mendel, el de los libros” de Zweig. La descripción del café de Gluck hace que nos metamos en el ambiente. Es curioso cómo recuerda el narrador la figura del viejo judío y ese modo de leer moviéndose de adelante hacia atrás, el balanceo suave que va unido al estudio y memorización de los textos sagrados y que Mendel luego mantiene cuando lee. Recuerdo que en las escuelas de antes en España se cantaban las tablas de multiplicar o el soniquete al recitar algunos poemas. Es interesante cómo el ritmo, el tono, la música o el movimiento, tienen que ver con la memoria y el texto, con el aprendizaje o cómo nos aproximamos a la palabra o a un concepto.

Recordamos, más bien recuerdan ellos, los cafés de Madrid, ya pocos quedan, el Comercial, el Gijón, el Lyon, el de Levante, etc. Pregunto qué diferencia hay entre un café y una cafetería y Narciso contesta “El café es propiedad de los clientes, es un lugar suyo, en las cafeterías es diferente…” Nos reímos porque es verdad. Luego cuenta cómo antes se escribía en los cafés, era el lugar de trabajo de muchos escritores. Gonzalo habla de algunas tertulias literarias de Madrid, Narciso de cómo se acostumbraba antes a acompañar a casa y se andaba y se andaba hasta dejar en su domicilio a quien fuera, había otro sentido del tiempo y de la educación, comentamos.

Acabamos con Quevedo y un par de poemas suyos con muy mala idea. Qué cosa tan española es la mala leche.

lunes, 25 de abril de 2011

De la poda al abono y la muerte

El jardín tiene debates interesantes y posturas encontradas respecto a una gran variedad de temas. El de la poda es uno de ellos. Hay partidarios de podar y otros que tiemblan ante la idea, ya ni cuento lo de quitar un árbol, pecado mortal les parece.

Yo sólo sé que si hubiéramos podado las tuyas antes ahora quizás no estarían tan feas, no sé si las recuperaremos. Los tamarindos están casi secos, pero abrigamos alguna esperanza y vamos a quitar solo las ramas muertas, veremos cómo se comportan los próximos meses. Los chopos crecen muy bien por aquí, incluso demasiado, en cuanto te descuidas nace un chopo pequeño y te lo clavas si andas descalza o te tropiezas con él si no estás atenta. Tienen unas raíces amplias que se van extendiendo a medida que crecen, un problema que amenaza a veces a las piscinas si están cerca. Es un árbol un poco desgarbado, pero agradecido y acogedor. Por él se pasean mirlos, urracas y las tórtolas turcas, divagantes antes y ahora ya residentes. En cambio los colirrojos tizones y los mirlos prefieren el membrillero y otros árboles o arbustos pequeños, el primero incluso el muro blanco que rodea el jardín. Las lavanderas en cambio siempre en la lona de la piscina bebiendo y moviendo la cola. Mi tía tiene un chopo enorme con una colonia de jilgueros de lo más dicharacheros.

¿Qué hacer con un árbol que nace demasiado cerca de otro? ¿Quitarlo? Me da pena. ¿Y los que dan demasiada sombra a un tendedero? Echó abajo Alberto, el de Esperanza, dos cipreses que estaban ya muertos, podó Carlos uno de los que quedaban, vamos a ver si se sostienen los supervivientes.

El jardín de mis padres tiene árboles con troncos muy delgados muchos de ellos y ramas que se extienden arriba, algunos más de ocho metros, dedos largos y huesudos como tallas de Gregorio Fernández de la naturaleza. Luchan por vivir, pero acaban pareciendo chopos y olmos una legión de mendigos flacos como están, desnutridos, hambrientos.

“¿Cuánto tiempo hace que Vdes. no abonan?” Me sentí como en el dentista, mintiendo a Carlos de Mojados, el experto, como cuando te preguntan cuánto tiempo hace que no te haces una limpieza de boca. Por lo visto podemos abonar todavía, no es tarde para ello.

El domingo vimos una cigüeña que se posó al lado de la piscina de mis tíos. Se quedo quieta, muy quieta, nos echó una ojeada desde lejos, luego a lo suyo. Buscaría algún renacuajo seguramente. Así vista me di cuenta del aire tan africano que tiene y por qué les parece tan exótica a los extranjeros.

martes, 19 de abril de 2011

Entre conventual y toscano

El jardín de mis padres en Boecillo (Valladolid), donde tenemos la casa, se da un aire a la Toscana, aunque también lo sombrío y recoleto hace pensar en los de algunos claustros. A finales de los 70 cuando arreglaron el pajar, la panera, y la hicieron habitable como vivienda, plantaron en el erial aquel que la rodeaba pinos, chopos, tamarindos, plumas de Santa Teresa y otros árboles y arbustos. Murió mi padre en el 88, siguió el jardín en manos de mi madre. "Conchita, ¿dónde vas?" le preguntaban mis tíos tras la merienda, cuando salía disparada, "Voy a regar el jardín." Así ha estado años y años, regando el jardín, hasta que ya ha sido muy mayor.



Durante tres décadas han trabajado ese jardín y lo han cuidado todos en mi familia menos yo, quien ni siquiera me matriculé de estudios boecillenses,que dicen mis hermanos. Paco e Irene especialmente, luego Josiane, que ha mantenido el jardín los últimos tres veranos y sobre todo el pasado, cuando murió mi madre. Y Carlos, el pastor, que ha sido el jardinero no oficial, pero el que lo ha mimado con esmero desde los 70, echando una mano, diciendo que acá o allá había que podar o hacer tal o cual. Carlos es una institución en Boecillo y merecería no una entrada en una bitácora, sino todo un libro a él dedicado. Escribí en su día algo, es una mina vital y literaria. Ayer me trajo un pájaro en una bolsa "A ver, tú que sabes... ¿qué es?" No tenía ni idea, no lo había visto y sin la guía Peterson a mano me pierdo. "Un cuco, es un cuco..." me dijo. Y se puso hablar con Rafa, el marido de Brígida, de las maricas (urracas, se llaman maricas por aquí) que atacan al cuco que pone huevos en nidos que otros hacen.



La vida da muchas vueltas, y como hoy soy la persona menos ocupada de mi familia, la que tiene menos responsabilidades y más tiempo por el momento, esta Semana Santa puedo echar un vistazo y ver cómo anda el jardín de mis padres. Ya era hora de que hiciera algo.


Podamos un poco hace unas semanas, primero el hijo de Esperanza, Alberto, las tuyas estaban marrones, secas, tan espesas que afeaban. Luego ha seguido Carlos con el hacha -verle manejar el hacha o la simple navaja es una gozada-, yo hice algo con unas tijeras a otras plantas (falta de práctica: una ampolla por novata). También he intentado averiguar qué pasa con los olmos, tienen algo que parecía pulgón pero no era pulgón, sino como un huevo dentro, "abolladuras" se llama, un hongo. Fui a ver a otro Carlos, de Mojados, me dio una solución, vamos a ver cómo marcha. Me preocupan los tamarindos, las santolinas han muerto, atamos el romero del cenador, la hiedra atravesó el muro, deberíamos quitarla, dice Carlos.


El domingo celebré mi 50 cumpleaños en el jardín de mis padres, ahora de mis hermanos y mío. Comimos tostón y ensaladas, helado y tarta de aniversario, bebimos Ribera de Duero, cumplía también años un primo mío, fuimos 15 a la mesa, bien que le celebramos, un año duro y difícil ha sido éste.


Espero poder contribuir a mantener lo que con tanto cariño plantaron mis padres y han cuidado mis hermanos e Irene, Carlos y Josiane. Estoy matriculada en la universidad de mayores de estudios de jardines y campo, troncal y optativas, espero que no sea tarde y que me admitan a examen.

miércoles, 13 de abril de 2011

Comadrona

Comadrona o sage femme, creo que lo dicen así en Francia, lo vi en algunos portales, en vez de poner notario abajo ponía “sage femme”.

No he dado a luz ni he estado embarazada, pero la labor de alguien que ayuda a que otro nazca y está al lado de quien alumbra me ronda desde hace años. Escuchar e identificar las señales de la naturaleza que dicen que alguien llega, que está llegando, animar y alentar a la madre, ocupar siempre un segundo plano o el tercero o el cuarto, es el niño el que cuenta y quien lo ha llevado en su vientre y lo llamará hijo, hija.

Comadrona, un buen papel con vetas interesante. Muchas labores, muchos trabajos, son de estar al lado, simple y llanamente, sin llamarse ni padre ni madre de nada ni de nadie, sabiendo que la vida pasa a tu lado, que se hizo y se hace, pero que tú no la has engendrado, ni la educarás, ni la sostendrás, solo la animaste. Sabías los signos y cuándo había que empujar, pero el esfuerzo real es solo el de la madre y el de la vida que se abre paso por el canal del parto.

Comadrona, mujer sabia y silenciosa que está al lado de dos vidas, apoyando.

martes, 12 de abril de 2011

La señorita Amelia, la señorita Juli

Juli Mayor y Amalia Ayer eran dos de las profesoras de Montealto, las tuvimos a eso de los diez u once años, una edad en la que, al menos antes las niñas, éramos receptivas y maleables. Los dictados, una gran herramienta de aprendizaje. “Hoy dictado” decía Amelia, y todas nos poníamos muy nerviosas.

La señorita Amelia nos ayudaba un poco pronunciando la "b" y la "v" distintas para darnos una pista por si acaso. Mordíamos el bolígrafo. “Señorita, no vaya tan deprisa, que no puedo seguirla…” Acababa el dictado y Amelia lo volvía a escribir en la pizarra o hacía que alguien lo hiciera y ella lo iba corrigiendo sobre la marcha. Te dabas cuenta así de dónde habías fallado.

Ahora dudo de esto, ¿era Amelia quien lo hacía de este modo o era Valery Douglas, en inglés, otra profesora de las inolvidables?

Amelia era morena, cetrina, muy delgada, el pelo negro, la nariz afilada. Juli era redondita y más dulce, también nos dio clases, aunque ahora no recuerdo de qué, solo me acuerdo de su presencia agradable y del cariño. “Señorita, señorita, me estoy haciendo pis… ¿puedo ir al cuarto de baño?” “Bueno, vale…” El frío helador del pasillo, el cuarto de baño todavía más desangelado, las mayores fumando en un rincón a escondidas. Volvías a la clase, un sol cálido entraba por la ventana y abril se desperezaba.

sábado, 9 de abril de 2011

Kolya (El amor como invasor)

En el curso de guión que estoy haciendo, más allá de las clases de martes y miércoles, cada viernes vemos una película diferente. Este último vimos "Kolya", una producción checoslovaca de 1996 estupenda.

El argumento es el siguiente. Un músico de 40 o 50 años, Louka Franta, que toca en funerales (cremaciones más bien) -fue expulsado de una orquesta-, mujeriego, y solitario porque él quiere, dorador de letras en cementerios, y con problemas económicos serios, acepta un matrimonio de conveniencia con una joven rusa. Son los años de la perestroika, los rusos siguen por el momento en Checoslovaquia. El caso es que la rusa desaparece y a Franka le cae el niño de 5 años de ésta sin comerlo ni beberlo. Kolia, el pequeño ruso, es así invasor en la torre -literal- donde vive el músico checo.


Esta película tiene muchas vetas y profundidad, y un ritmo sereno, sonrisas y alguna lágrima. La emoción en algunos países del este se muestra de forma elegante, suave y discreta y, por eso, más efectiva que si fuera con aspavientos. El amor es a veces una invasión armada o pacífica que ocurre en la juventud o en la madurez, cuando sea, porque alguien se instala poco a poco o de repente haciéndose un hueco. En este caso es un niño que solo habla ruso y no hay quien le entienda. De nuevo, a menudo el invasor no habla nuestra propia lengua, se trata de otra diferente, pero acabas chapurréandola de alguna manera.

Miran los ojos de Kolia a Louka que no es un héroe ni pretende serlo, como un cachorro que levanta la cabecita por debajo de la mesa y saca el morro pidiendo cariño, alimento. Hay más, una fiebre de 42 grados, perderse en el metro y la inoportunidad de todo infante que se precie.

El final lo es con la primavera real que llega cuando el muro acaba cayendo. Louka Franta vuelve a tocar en una gran orquesta y ya no para los muertos. Y la invasión, las dos invasiones, dejan de serlo, pero ya han dejado su huella. La vida se abre paso siempre, y la soledad como defensa bien argumentada se quiebra cuando quien invade vale la pena, venga armado o desnudo, tenga 5 años o esté en la treintena, o incluso navegue en el vientre de una mujer con unas piernas muy bonitas y una voz que no está hecha para cantar a la muerte.

Kolya es, en definitiva, una película tierna, muy divertida y cuidada al detalle, una joya que vale la pena.

viernes, 8 de abril de 2011

Narciso y su pena

Sentado a la puerta Narciso espera mañana y tarde. Me lo cuentan y le veo yo cuando llego, ahí permanentemente, aguardando.

-Tenía yo una biblioteca muy grande, pero cuando me vine la dieron a un depósito donde los guardan…

La voz se le deshace como siempre que habla y acaba en quiebra, en un sollozo mudo. Narciso cree que su mujer murió hace poco y está inconsolable, se hable de lo que se hable acaba mencionándola. Su muerte se le hace reciente e insoportable. Entonces su ojos se aguan y cae una lágrima, solo una, lentamente por la mejilla izquierda y va a parar al cuello de su camisa de cuadros.

Leemos “El bosque animado”, llevamos haciéndolo un par de semanas. Esa fraga que casi la hueles, los sonidos del mar y la lluvia que hace el bosque, Morriña y los gatos libres, Marica la Fame, tantos personajes inolvidables. Luego más de la Pardo Bazán, de Mark Twain “Diario de Adán y Eva”, de Medardo Fraile unos cuentos preciosos del colegio, de Becquer las leyendas, nos hemos quedado a la mitad del organista sevillano, vaya narración que engancha.

Narciso a las 6.30 se quiere ya ir, dice que tiene que cenar o que le viene a buscar alguien.


-Pues si te vas tú nos quedamos sin hombres, por favor, no te vayas…

La galantería le ha gustado. Se queda un rato más a mi lado.

Antes le leí a él solo, cuando las señoras iban llegando y todavía no estábamos todos.

Llamé a Cotta por el móvil.

-Jesús, mándame ese poema tuyo, lo necesito para leérselo a alguien…

Sonó la blackberry, el mensaje llegó rápido. Leí despacio “Última voluntad” solo para él. A Narciso le cayeron entonces dos lágrimas, no una, dos. Luego nos adentramos en la fraga todos, en la humedad y humildad de sus árboles.