Bitácora de Aurora Pimentel Igea. Crónicas de la vida diaria, lecturas y cine, campo y lo que pasa. Relatos y cuentos de vez en cuando.

sábado, 18 de octubre de 2008

A veces veo cursis 1) Aproximación al tema



A veces veo cursis.

Mejor dicho, últimamente he caído en la cuenta de que vivimos rodeados de cursis, gobernados por cursis, aleccionados por cursis.

Lo cursi nos machaca y amenaza la vida pública. Pero también se filtra en la vida privada, familiar, hay que tener mucho cuidado.

Nuestro país va mal por muchas cosas, pero, entre otras, por la invasión de cursis. Si queremos que España salga adelante hace falta que hagamos algo, y pronto, al respecto.

No quiero nada violento, aunque a veces ganas me dan, pero sí una toma de conciencia general sobre un problema que nos afecta a todos y sobre el cual, no sé por qué, nadie habla.

Voy a intentar en esta primera entrada una aproximación tranquila al fenómeno, serena, descriptiva.

Sí, da para más de una entrada esto de los cursis. Vamos a ver lo que va saliendo, yo voy a dejarme llevar por el tema, siempre es lo mejor, ver a dónde te conduce algo sin planificar.

Definición de cursi sin mirar el diccionario: impostado, afectado, pretencioso, etc.

Esta definición ya muestra la dimensión de lo cursi. Es impresionante, lo sé.

Por todas partes.

Política, televisión, cine, medios de comunicación: todo se ha conjurado para que los cursis se reproduzcan y no mueran, sino que se alimenten unos a otros, para que estén omnipresentes.

Y lleguen incluso hasta los más altos niveles de representación del país. Lo sé.

Así ha sido posible porque llevamos ya muchos años sin llamar la atención sobre los cursis y claro, se han hecho con el poder político, económico, social, cultural, toito pa ellos.

A la chita callando o, más bien, con altavoces. Y nosotros, tontos, les hemos dejado pensando que son inofensivos. Y no lo son.

Antes, bien es cierto, había cursis legendarios como, por ejemplo, Hermida.

Esas v pronunciadas como f, esa afectación que fue fuente de tantas risas como Martes y 13. Tenía hasta su encanto porque era uno solo, quizás algunos más, pero estaban como más controlados.

Mira que lo siento, pero Hermida no es nada, pero nada, comparado con la legión de cursis que hoy tenemos. Hermida es un pequeño aprendiz, un chisgarabís, nadie.

Anne Igartuburu me saluda con un “Hola corazones… “

“¿Qué ha dicho, mamá?” creo que no entendí bien....

“Que hola corazones, es que saluda así” contesta mi madre. Y yo me pregunto… “Pero esta tía ¿de dónde ha salido?”

Otros presentadores me dicen que sea feliz (¿?). Increíble.

Buenafuente es un cursi redomado.

Lo es también el ídolo de las pijo-progres, Ana García Siñeriz.

Y por supuesto todo el estilillo general y agotador de la 4 insoportables en su pretensión de modernez, cursis todos hasta decir basta.

Toda la televisión pública es cursi hasta la extenuación, lo son también las privadas porque Antena 3 y Telecinco no van a la zaga.

¿Qué puedo decir de Ana Rosa Quintana, las Campos, todo el plantel de La Noria? No hay palabras para describir tanta cursi, tanto cursi, juntos.

Además de otras cosas, pero por encima de todo lo que son es cursis.

Buruaga otro cursi redomado y con alevosía.

Sí, voy a ser implacable, dije lo de la serenidad pero ahora ya me estoy calentando... y voy a por todas.

Dios mío, ¿no hay un tipo o una tía normal que no sean afectados, impostados, cursis en televisión?

No, no hay ni uno, admito sugerencias que me saquen de mi tristeza al comprobar el efecto devastador de lo cursi en televisión.

No veo a nadie que no sea cursi. Y necesito alguna esperanza, la necesito.

En mi opinión el fenómeno de lo cursi tiene que ver mucho, pero mucho, con la televisión.

Quien sale en televisión acaba siendo cursi, por mucho que no lo sea. Y este es parte del problema.

Es como lo de que la televisión engorda, que es verdad. Puedes ser flaca que en pantalla apareces ligeramente rellenita. Por eso las presentadoras que “dan mejor” –es un decir- son las escuálidas: en cuanto estás en el “peso justo”… apareces gorda. Da para pensar.

Pues lo mismo hace la televisión en el ámbito de lo cursi: agranda hasta el infinito al que ya lo es aunque sea un poquito... y hace incluso cursi a quien quizás en la vida diaria no lo es.

Es injusto, pero es así.

Seguiré con esto, voy a hacer unos chipirones y vuelvo…

Y no me digáis que lo cursi forma parte de la vida, que la vida es así, no hasta estos extremos, yo creo que hasta esos extremos no.

3 comentarios:

Suso dijo...

Cristina López Chilín termina muchos programas con un " a sus pies"...¡por favor!

Máster en nubes dijo...

Y todo esto me sale porque has dicho lo de la Isabel Preysler del Pisuerga...!!! que es una cursi, joer, Suso, que me has dado pie para una tesis sobre los cursis...
(y luego dicen que te reímos too... es injusto) y no, que el mejor escribano hace un borrón...por supuesto...
(y hay algo atávico que hace que incluso a los hombres les gusten algunas cursis ... y a las mujeres pues igual: lo dicho, se pega...están en el aire, hay que tener cuidao!!!)

Anónimo dijo...

Cursi también es sinónimo de blando y de teatrero. A los niños no se les puede dar un cachete. Necesitamos psicólogos para que nos atenúen todos los contratiempos. Huimos del dolor, de la responsabilidad y de la palabra dada.
Esto de lo cursi tiene que ver con la falta de hombría (que no es exclusiva de los varones), con la falta de honor (virtus) y con la falta de moralidad exigente con uno mismo.

Ya no hay moros ni negros. Ni gordos ni ciegos. Ni cojos. Ahora hay magrebís (que en árabe significa algo así como "occidentales"), subsaharianos, personas con problemas de sobrepeso, personas con deficiencias visuales y personas con movilidad reducida.
Da arcadas tanto pazguato cursi, blando y, sobre todo, cobarde y mentiroso.
Como bien decías, hay un miedo atroz al dolor, a la vida, a la verdad, al hecho de que nos ensuciamos en este mundo, que todo no es bonito...

Tenemos un Ministerio de "Defensa" (en vez de Ministerio de las Fuerzas Armadas, el Ejército, la Guerra, etc.)
Vivimos rodeados de eufemismos, porque estamos rodeados de personas que no saben decir la verdad a la cara.